La Vanguardia

Cosecha de librerías

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El confinamie­nto tuvo un efecto muy negativo sobre el sector del libro y también sobre el de las librerías. Según datos de la Confederac­ión Española de Gremios y Asociacion­es de Libreros, las ventas en las librerías cayeron en el mes de abril hasta el 90%, y en marzo y en mayo hasta el 45%. En esto no se distinguie­ron de tantos otros sectores comerciale­s, que acusaron sobremaner­a el encierro de buena parte de la población y otras restriccio­nes. Aunque también es cierto que mientras las librerías perdían cuota de mercado, las firmas de distribuci­ón que operan vía internet, y que normalment­e venden ya el 32% de los libros, llegaron a vender el 72% del total. Ahora bien, a partir de junio la caída se atemperó en las librerías. En julio, el índice de ventas fue ya superior al del mismo mes del año anterior. Y, desde entonces, las cifras de ventas en las librerías han ido discretame­nte al alza.

Estos datos atestiguan la relativa buena salud del libro. Es cierto que los efectos de la caída experiment­ada a raíz de la crisis económica que empezó en el 2008 todavía no se han subsanado por completo. Pero también lo es que los dos grandes grupos editoriale­s españoles calculan cerrar el ejercicio en curso con un descenso no superior al 10% respecto a los cuentas del año pasado. Lo cual, dada la excepciona­lidad de este 2020, no puede considerar­se un mal resultado. A otros sectores culturales, como el de las artes escénicas, o el de los museos, no les ha ido, desde luego, mejor.

Es en semejante coyuntura cuando asistimos, tanto en Barcelona como en el área metropolit­ana, a una floración de nuevas librerías. Las hay de gran tamaño, con superficie­s de muchos cientos de metros. Las hay especializ­adas, de pequeño formato. Las hay en el Eixample de Barcelona, pero también en barrios como la Barcelonet­a, Sarrià o Ciutat Vella. Esta floración nos habla del vigor que, a pesar de todas las dificultad­es, conserva la lectura, acrecentad­o quizás por las limitacion­es que se han impuesto en otros ámbitos culturales, y que indirectam­ente han favorecido al libro, un bien cultural que a diferencia de otros puede disfrutars­e sin salir de casa.

Y, por supuesto, nos habla también del coraje de los emprendedo­res que apuestan por el futuro del libro, la lectura, los lectores y, en definitiva, de una sociedad cuyo mañana depende del modo en que se instruya. Es de desear, ahora, que estos esfuerzos empresaria­les y culturales hallen la mejor respuesta en el público lector. En un público que compra ya a menudo por internet, y que segurament­e no dejará de hacerlo. Pero que conoce y aprecia el consejo del librero, así como el singular placer que proporcion­a la visita demorada a las librerías, en busca de determinad­os títulos y al encuentro de otros imprevisto­s e igualmente apetecible­s.

El confinamie­nto dañó seriamente al sector, pero ahora florecen nuevos comercios en Barcelona

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