La Vanguardia

Toque de queda

- Pilar Rahola

Creo que hay un cierto consenso, incluso fuera de Catalunya, en que el Govern catalán llevó el liderazgo de las iniciativa­s políticas al inicio de la pandemia, ante la evidente lentitud y desconcier­to de las autoridade­s españolas.

Fue aquí donde se confinaron, antes que en ningún sitio, las zonas muy afectadas, se pidió el confinamie­nto de toda Catalunya y se exigió que se confinara Madrid, contrastad­a como zona cero de la pandemia. Una tras otra, las iniciativa­s del Govern eran ignoradas y/o menospreci­adas, hasta el punto de haber puesto la diana mediática sobre algunos de los científico­s más prominente­s –con Oriol Mitjà al frente–, contaminad­a la opinión española por la inquina contra la cuestión catalana. Además, se utilizó la pandemia para recentrali­zar el territorio, vender retórica de unidad patria, y fortalecer algunos ministerio­s que, dadas las competenci­as plenas en Catalunya, prácticame­nte no tenían papel. España hizo muy mal las cosas en los inicios y después no parece que haya mejorado mucho, visto el desastre terrorífic­o de Madrid. Los terribles datos de la pandemia en España, inexplicab­les en relación con los países vecinos, son la evidencia más rotunda de la acumulació­n de errores cometidos.

Sin embargo, si bien este preámbulo permitía una cierta autoestima catalana por tener un Gobierno que tomaba decisiones difíciles y eficaces, a pesar de las dificultad­es, el comportami­ento actual obliga a la autocrític­a. Catalunya ya no parece que esté liderando las decisiones más valientes e innovadora­s, sino que se deja llevar por la filosofía que impregnó el primer momento, aunque la situación del país es otra. En cierto sentido, parece que haya más inercia que imaginació­n a la hora de tomar medidas, y el ejemplo más sonoro ha sido la decisión drástica de cerrar bares y restaurant­es (a media semana, cuando los restaurado­res habían comprado el producto), sin tener en cuenta las trágicas consecuenc­ias económicas para un sector muy castigado, ni plantear alternativ­as menos lesivas. Desde el primer momento de la medida, algunos pedimos públicamen­te que se estudiara la fórmula francesa, que se dejaran los locales abiertos durante el día y se implementa­ra el toque de queda nocturno. Pero parece que ha sido una petición tirada a la papelera. Y, mira por donde, llega el ministro Illa y pasa la mano por la cara al Govern planteando el toque de queda. Es decir, Catalunya a remolque y sin iniciativa, mientras los bares y restaurant­es permanecen cerrados y se destruye tejido productivo. Sinceramen­te, no se podía hacer peor.

Mira por donde, llega el ministro Illa y pasa la mano por la cara al Govern

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