Proteger la Tierra
MARIO MOLINA (1943-2020) Ingeniero químico
La pasada semana, nos dejó, de manera inesperada a los 77 años, el profesor Mario Molina, premio Nobel de Química de 1995 y uno de los grandes científicos de nuestro tiempo, quien me honró con su amistad desde que nos conocimos en 1999 y al que propuse y apadriné como Académico de Honor de la Real Academia Europea de Doctores en junio del 2018.
Mario Molina nació en México en 1943. Desde pequeño quería ser científico, llegando a convertir un baño de su casa en un pequeño laboratorio donde experimentar con sus juegos de química. Con 17 años, inicia la carrera de Ingeniería Química en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Posteriormente, hace su doctorado en EE.UU. en la Universidad de California y al finalizarlo se une al grupo del profesor Rowland y ahí comienza a investigar el destino medioambiental de ciertos productos químicos industriales inertes: los clorofluorocarbonos (CFC), gases que se acumulan en la atmósfera y que hasta ese momento se pensaba que no tenían efectos significativos sobre el medio ambiente. A los pocos meses, vieron que los átomos de cloro libres, producidos por la descomposición de los CFC, destruían el ozono, y eso era potencialmente grave porque su continua liberación a la atmósfera, reducía la capa de ozono estratosférico de la Tierra.
La contribución del ozono a la composición del aire supone solo un 0,01% pero su importancia es crucial para el mantenimiento de la vida. Juega un papel trascendental como escudo protector de la radiación UV evitando que alcance la superficie de la tierra en dosis que puedan ser perjudiciales para la salud.
Estos hallazgos fueron publicados en la revista Nature en 1974 y desde entonces Mario dedicó su vida a difundir este peligro y a luchar para que los países y las industrias entendieran el daño que podía causar al medio ambiente. Obviamente, sufrió las habituales persecuciones de la industria química y de los negacionistas, presentes en cualquier descubrimiento que cuestione sus beneficios, y siguió adelante con su particular cruzada.
Su hallazgo le supuso a él, a su mentor Sherry Rowland y a Paul Crutzen, el premio Nobel de Química. Su trabajo fue decisivo para la promulgación en 1987 del Protocolo de Montreal sobre prohibición de sustancias que destruyen la capa de ozono, eliminando además, más de 100 sustancias, incluidos otros gases de efecto invernadero, muchos de ellos empleados en aerosoles, tintorerías y aparatos de refrigeración y aire acondicionado, que pasarán a la historia como los principales causantes del deterioro de la capa de ozono. Sin duda esto lo convirtió en uno de los referentes mundiales en la lucha contra el cambio climático de causa antropogénica.
Mario Molina recibió numerosos homenajes del mundo académico y político, más de 40 doctorados honoris causa, fue nombrado miembro de la Academia Pontificia de Ciencias, la Academia de Ciencias de EE.UU., el Colegio Nacional de México, la Academia Mexicana de Ciencias, la Academia Mexicana de Ingeniería, etcétera. Entre sus muchos premios y distinciones se cuentan el del programa para la protección del medio ambiente de la ONU, la medalla de la NASA, la Gran Cruz de Isabel la Católica, el premio Tayler, el Sasakawa o la medalla de la libertad que le otorgó Obama en el 2013, de quien fue además miembro de su comité de asesores científicos. Sus muchos amigos echaremos de menos sus conocimientos, su gentileza y su bonhomía. Descanse en paz.