“La religión es básicamente algo malo, hay que reducirla”
Eduardo Mendoza, escritor, que publica ‘Las barbas del profeta’
Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) ha abandonado Londres y vuelve a vivir en Barcelona, al menos hasta que amaine el virus. La semana pasada se puso a la venta una nueva edición de su ensayo Las barbas del profeta (Seix Barral), publicado hace tres años en la mexicana Fondo de Cultura Económica y en el que repasa temas y asuntos de la que fue su asignatura favorita en el colegio, la historia sagrada, “que nos transmitía todo aquello como verdades, fue una formación literaria muy potente”. Así, los protagonistas del nuevo libro de Mendoza son Adán y Eva, Noé, Jehová, Abraham, Salomón... De todos ellos habla en una conversación telefónica con este diario.
Su obra no tiene muchos ecos bíblicos, ¿no?
En todas mis novelas hay momentos donde entra este componente, por ejemplo los santos, la virgen de Montserrat, la Macarena... aunque no son estrictamente religiosos. Forma parte de la naturaleza humana creer mitologías... Parece mentira que personas como Platón o Sócrates se creyeran lo de Zeus, Venus, personajes absurdos que se convierten en cisnes o toros para ligar con una campesina. Del mismo modo, eminentes pensadores creen hoy en Buda o la Historia Sagrada. En mi caso, era la única materia absolutamente fantástica que teníamos: entre las matemáticas y el latín, de repente aparecían ¡Sansón y Dalila! ¡Caín y Abel! Eran nuestros superhéroes.
¿En serio se aburría usted en la clase de literatura?
No nos hacían leer novelas de tiros, como ahora. Nos hacían aprender figuras retóricas, métrica, la pura mecánica de la literatura clásica. Leíamos fragmentos de Lope, Calderón, Teresa de Jesús... Está bien porque las novelas son para los ratos libres y la enseñanza debe hacer eso... pero era muy aburrido, yo sacaba notas regulares en literatura. En cambio, ¡ah, la Historia Sagrada!
Aborda prohibiciones como la de comer cerdo o calamares.
Los judíos creyentes no pueden comer cerdo ni animales marinos que no tengan escamas, lo que afecta a todos los mariscos, calamares, pulpos... ¿Y por qué prohíbe Dios comer calamares? Es un tema muy serio: ¿qué refleja de la naturaleza humana? ¿por qué nos imponemos limitaciones? Dicen que hay un origen sanitario, de evitar la comida contaminada... No, no, es simplemente para distinguirse de otras civilizaciones y decir: ‘Nosotros somos los que no comemos percebes’.
Caín y Abel le hacen pensar en España...
Somos un país cainita. Fíjese: solo había dos personas en el mundo y lo primero que hacen es matarse.
El arca de Noé cobra actualidad en un momento de extinción masiva de especies...
Yo la vi siempre una historia mucho más festiva que apocalíptica, como un superzoo metido en una barca enorme. Hoy todas las enseñanzas éticas son de tipo práctico, pero antes se transmitían de una manera literaria y mítica. Hoy te dicen cómo comportarte, cómo cruzar la calle... pero la gente necesita mitos y los va a buscar en Tolkien, Juego de tronos, las distopías... eso es el alimento espiritual que antes eran la Historia Sagrada o los dioses del Olimpo.
¿Usted sigue estas series o sagas contemporáneas?
Sí, pero con decepción. Me parecen refritos. Todas echan mano de las mitologías antiguas y hacen una especie de comida basura con estos elementos: un poquito de la mitología nórdica de los nibelungos, enanos y gigantes, un poquito de la Biblia, un poquito de la mitología griega, algo de la india... Como entretenimiento en televisión, algunas son eficaces pero a mí me dejan la sensación de que me están tomando el pelo.
Sobre Sodoma y Gomorra...
Es otra de las cosas chocantes de la Biblia. De golpe, en ese episodio, se decide condenar a sangre y fuego la homosexualidad, de la que no se había dicho nada hasta entonces. De repente, pum, y no vuelve a aparecer el tema. Otras culturas de la época la ven como algo natural, que sucede, ni bueno ni malo, sencillamente lo que hay. Pero en la Biblia, los rayos del cielo destruyen completamente una ciudad en la que, curiosamente, todos eran homosexuales salvo una familia a la que dejan marchar. ¿Usted ha visto alguna vez una ciudad así?
Aborda el poder de lo onírico, y los sueños en la Biblia...
Freud es un judío de formación bíblica profunda y todos sus estudios del subconsciente tienen una base muy fuerte en el Antiguo Testamento. Y hemos heredado esa concepción: lo de las fuerzas ocultas, la Biblia está llena de brujas, vampiros, intervienen los sueños, es un libro extrañísimo, plagado de símbolos, que luego los aprovecha todos el psicoanálisis: la ballena, el padre y el hijo, los hermanos...
Pero, en su obra, los sueños no son importantes.
No lo son. Tengo poco respeto a los sueños. Me parecen una molestia innecesaria. Son desagradables, por uno agradable que uno tiene, doscientos te dejan mal cuerpo, menos mal que solo son un sueño. Son agobiantes: yo, en ellos, llego tarde a un sitio, me presento en un lugar vestido de mala manera o, si tengo mala digestión, no puedo andar, me persiguen y no puedo correr. ¿Para qué sirven los sueños? Son una bobada.
Este libro, en realidad, que sería blasfemo en otras épocas, está escrito desde el cariño ¿no?
Es un libro cariñoso, sí. Bueno, yo creo que la religión es básicamente algo malo que hay que procurar re
PRECEPTOS
“¿Por qué prohíbe Dios comer calamares? Esto es un tema muy serio”
SAGAS DE HOY
“Las series y distopías son mitología-basura, refritos, siento que nos toman el pelo”
LO ONÍRICO
“Los sueños son una molestia innecesaria, te dejan mal cuerpo, ¿para qué sirven?”