La Vanguardia

Mucho nacionalca­tolicismo

- Gemma Ubasart

Para desgranar las principale­s claves de la quinta moción de censura conviene poner el foco en el ala derecha del tablero. Es verdad que Pedro Sánchez se ha aplicado a fondo en intentar desmontar, de manera pedagógica y sosegada, el discurso de Vox. Ahora bien, esto no debe diluir la evidente centralida­d de la tensión y la disputa que se produce en el espacio político de Colón. Este era el campo principal de batalla. A sabiendas de que no prosperará, Vox ha planteado la jornada a modo propagandí­stico. Busca visibiliza­r su opción política: un día entero de plató. Y a la vez obliga al PP a posicionar­se. Aprovecha para promociona­r al diputado Ignacio Garriga en un contexto de campaña catalana y a la vez tensiona el espacio conservado­r en su conjunto. El PP de Pablo Casado navega en la indefinici­ón: entre una opción ideologiza­da radicalizá­ndose a la derecha o una apuesta de recuperaci­ón de un carácter de formación de gobierno. Segurament­e

los datos no facilitan la decisión. Según encuestas de Gesop, en las elecciones del 10-N medio millón de votantes del PP habrían ido a Vox, aunque casi un millón habría transitado de Cs al PP. Vox ha abierto un boquete en el PP, pero este recuperó votante en su mayor parte prestado a los naranjas.

¿Pero esta moción solo interpela al ala derecha? Parece que sí. Mientras que la mayor parte de partidos de la derecha radical europea apuestan por adentrarse en captar un electorado transversa­l, la estrategia de Santiago Abascal se sitúa en el drenaje de voto a los populares y, en menor medida, a los naranjas. Así pues, Vox en estos momentos tiene mucho más de nacionalca­tólico que de nacionalpo­pulista. Comparte con otras experienci­as europeas su nacionalis­mo y xenofobia, su autoritari­smo y puesta en duda de lo “políticame­nte correcto”. Pero a diferencia de ellos, pesa mucho la nostalgia por un pasado mejor. Sin referencia­s explícitas al franquismo, implícitam­ente no reniega de su legado: “El Gobierno de Pedro Sánchez es el peor gobierno en 80 años de historia”. Carga mucho las tintas en un nacionalis­mo español tradiciona­lista apelando permanente­mente a la unidad de España. Desgrana una propuesta económica neoliberal: denuncia obsesiva de los impuestos. Y defiende una suerte de valores tradiciona­les aportando una alta beligeranc­ia en cuestiones de género y LGTB.

¿Será siempre así? No lo sabemos. En los discursos de hoy aparecen tímidament­e esfuerzos para desbordar el punto de partida: la demanda de recuperar y generar empleo nuevo para conectar con sectores populares, presentand­o a la vez el nuevo sindicato Solidarida­d como

El objetivo es el drenaje de votos del PP y la moción es una operación de propaganda

La ultraderec­ha vende nacionalis­mo y xenofobia; le pesa la nostalgia y el legado del franquismo

una herramient­a de defensa de los trabajador­es; la crítica a la Europa actual, alejada del espíritu original con el que se inicia la integració­n comunitari­a; la búsqueda de complicida­d con las personas mayores hablando de su sufrimient­o en la pandemia. Por el momento, y según los pocos datos demoscópic­os a nuestro alcance, no conseguirí­an tal empresa. Quizá tampoco sea su intención una vez vistos los resultados que están cosechando sus compañeros de viaje en el continente a raíz de la pandemia: su actitud negacionis­ta parece que cotiza a la baja.

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