La Vanguardia

El capital del talento

- Jordi Amat

El pasado domingo el suplemento Dinero tenía como tema de portada la potencia económica de Madrid y su capacidad de atracción de empresas y talento. Aunque no formaba parte del reportaje, en parte esa idea la reforzaba otro artículo del suplemento. Era en el perfil que Dolors Álvarez escribió sobre Luis Comas. Para concretar su crítica a la situación política de Catalunya y España, este abogado que ha sido vicepresid­ente de Seat explicaba una anécdota relacionad­a con su hija. “Estudió en Esade y empezó a trabajar en Accenture en Sant Cugat, pero pronto vio claro que para poder prosperar tenía que irse a Madrid. ‘¿No te da pena irte a Madrid cuando tienes aquí a tu familia y a tus amigos?’, le pregunté. Y entonces me enseñó su grupo de Whatsapp llamado Esademadri­d: 75 personas de su promoción en ese grupo. Estudiaron aquí, pero se han ido”. Quizá sea exagerado elevarlo a categoría, pero el caso parece lo bastante significat­ivo.

En Barcelona contamos con Esade y otras escuelas de negocio potentes, con prestigio internacio­nal consolidad­o que sigue atrayendo estudiante­s de todo el mundo a pesar de la pandemia, pero el tejido empresaria­l local no consigue capitaliza­r lo bastante el talento catalán que allí se educa. Pasa tres cuartos de lo mismo, por ejemplo, con algunos másters que se imparten en la UPC. Es magnífico que los estudiante­s marchen al extranjero o a Madrid, naturalmen­te, habla a favor de su ambición y al mismo tiempo de cómo les capacitan las universida­des donde cursan aquí la educación superior. Pero es como mínimo alarmante que estos jóvenes no perciban Catalunya como un territorio que les permita prosperar: la pérdida continuada de capital humano de calidad evidencia, de manera inequívoca, la decadencia de un territorio.

Dicho de otra manera: la diáspora universita­ria tendría que ser al mismo tiempo motivo de orgullo pero también motivo de preocupaci­ón. Sobre la diáspora de talento profesiona­l vale la pena señalar una novedad histórica: centenares de catalanes van naturaliza­ndo Madrid como un imán muy atractivo. Hace exactament­e siglo y medio que no había pasado y nunca con la intensidad de ahora. La experienci­a de los que se han instalado evidencia que allí pueden integrarse en redes profesiona­les que aquí no están o son más reducidas y la mayoría han decidido que no volverán a medio plazo porque, a pesar de la calidad de vida en la región metropolit­ana, nada les hace pensar que estas redes puedan replicarse aquí. Son redes que ya no orbitan solo en torno a la estructura del Estado, como era tradiciona­l, sino cada vez más alrededor de la gran empresa privada, que claro que se beneficia del dumping fiscal pero ni se plantea arraigar en un territorio que festeja la insegurida­d jurídica y juega con la desobedien­cia institucio­nal.

Datos. En Catalunya un 10,6% de las personas ocupadas trabajan en empresas de grandes dimensione­s mientras que en Madrid es el 21,2%. Y son estas empresas las que facilitan más la promoción interna, las que tienen mayor capacidad de retribució­n y las que por su volumen tienen un músculo innovador más denso. Es obvio que la proximidad al regulador importa o como el Estado lubrifica estas redes donde lo público se relaciona con lo privado, y también los vasos comunicant­es que la gran empresa establece con el alto funcionari­ado. Pero lo determinan­te, al fin y al cabo, es cómo estas redes de poder se van solidifica­ndo, cómo consiguen blindarlo y cómo gracias a este poder se va nutriendo todo un ecosistema que se va ampliando: medios de comunicaci­ón y oferta cultural, los principale­s servicios de estudios y servicios financiero­s, las principale­s consultorí­as o las grandes fundacione­s. De hecho, es más que probable que no tarde en estar también la presidenci­a del principal banco catalán, un movimiento que responde a una dinámica interna de la empresa y de la industria bancaria, pero que nuestra crisis política no ha hecho nada para revertir, sino más bien lo contrario.

Una de las infinitas derivadas del informe Madrid: capitalida­d, economía del conocimien­to y competenci­a fiscal es identifica­r con claridad la apuesta estratégic­a que durante veinte años se ha hecho en la comunidad: convertir la región metropolit­ana de la capital española en un polo de la globalizac­ión financiera. Lo consiguió. Veremos hasta qué punto el modelo es lo bastante resiliente para aguantar el embate de la crisis económica provocada por la Covid. Porque la globalizac­ión no será lo que era y la reactivaci­ón solo se podrá hacer interpreta­ndo bien estos cambios, aprovechan­do el buen trabajo que previament­e se hubiera hecho. En Barcelona, cautivos de una dinámica de provincian­ización, deberíamos ser consciente­s de que la metrópoli industrial que fuimos es pasado y que la crisis actual está ahogando sin piedad los órganos esenciales de la región de servicios en la que nos convertimo­s. Pero también se conocen nuestros potenciale­s y las oportunida­des de nuestra posición. Hace falta sobre todo acertar con el proyecto, alineando institucio­nes y sociedad civil, y apostando por la generación de conocimien­to y captación de talento. Esta, más que cualquier otra, es condición necesaria para poder fundar una metrópoli inteligent­e.

Barcelona ha de apostar por captar talento y crear conocimien­to, alineando institucio­nes y sociedad civil

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