La Vanguardia

Una pastilla para no votar a Trump

- Isabel Gómez Melenchón

Hace unos días, la revista Scientific American publicó un reportaje de sugerente título: “¿Qué pasaría si una pastilla pudiera cambiar nuestras creencias políticas o religiosas?”. Glups.

Se me ocurren muchísimas utilidades para esa tal píldora, siempre que se emplee para bien, no para ingresar en el lado oscuro, pero teniendo en cuenta que la venerable revista norteameri­cana (175 años de reportajes os contemplan) ha pedido por primera vez en su historia el voto en unas elecciones de su país justo ahora y para Joe Biden, vamos a seguir leyendo. (¿Que por qué han decidido manifestar­se ahora? Pues, por si hicieran falta más razones que las obvias, las dan: “La evidencia y la ciencia muestran que Donald Trump ha dañado al país, justo porque rechaza la evidencia y la ciencia”.)

La evidencia y la ciencia han mostrado, tras años de pruebas y no pocas polémicas, que la psilocibin­a, una sustancia ilegal extraída de champiñone­s alucinógen­os, puede tener efectos inesperado­s. Actualment­e, en Estados Unidos se estudia la utilizació­n legal y controlada de esta sustancia, una droga por lo demás prohibida, para, junto a la psicoterap­ia, el tratamient­o de ciertas psicopatol­ogías que no responden a otros fármacos. La sorpresa saltó en los primeros ensayos: el compuesto podía producir en algunos usuarios importante­s experienci­as místicas, de manera que personas que antes de la digamos medicación se declaraban ateas se definían después como creyentes. Hasta ahí, se trata de una cuestión personal. Lo que ha dado lugar al artículo citado es que al ampliar los ensayos se descubrió que la psilocibin­a parecía hacer a la gente más liberal, política y socialment­e. ¿Comorrr?

Una imaginaría, y también lo pensaron los científico­s, que cuando una persona está dispuesta a probar una sustancia psicodélic­a es que ya de entrada posee una personalid­ad abierta, o que la medicación refuerza un pensamient­o ya existente. Sin embargo, otro estudio en pacientes con depresión refractari­a a tratamient­os habituales mostró que en estos disminuían las opiniones políticas autoritari­as.

Una se pregunta si es habitual incluir cuestiones de este tipo en los ensayos, pero los autores del reportaje se interrogan sobre si es cierto que esta sustancia cambia los valores políticos, que habría que probarlo, resultaría lícito financiarl­a con recursos de todos los contribuye­ntes, de diferentes ideas políticas, incluidos los no liberales.

A la vista del debate de ayer en el Congreso, preferiría no ser yo quien conteste a esa pregunta.

¿Se puede pagar con dinero público una sustancia que modifica opiniones?

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