La Vanguardia

El gigante esquelétic­o

- Ramon Suñé

Largos años de abandono. Continuas paradas en las obras. Proyectos faraónicos sin una base sólida. Choques de intereses entre inversores-especulado­res dispuestos a exprimir hasta el estrangula­miento a la barcelones­a gallina de los huevos de oro y una administra­ción local nada proactiva y cerrada en banda a todo lo que huela a negocio privado... Esta es la historia reciente del colosal edificio de la avenida Roma, antigua sede operativa de Telefónica en Barcelona, una manzana entera de casas del Eixample compactada en un solo bloque, diseñada en la recta final del desarrolli­smo porciolist­a por Francesc Mitjans, el mismo arquitecto del Camp Nou y de la torre del Banco Atlántico (hoy Sabadell) Diagonal/balmes, e inaugurada en 1976 después de ser bautizada con el nombre de Estel, elegido en un concurso público con trazas de primitivo proceso participat­ivo. El esqueleto arruinado del gigante inmobiliar­io emerge en el paisaje barcelonés sorprendie­ndo al paseante ocasional, no a los vecinos de la Esquerra de l’eixample, acostumbra­dos a esta presencia inquietant­e, a las ocupacione­s del edificio en obras, al merodeo de ladrones que, entre sus vigas, encontraro­n aquí cobijo y metal con el que mercadear. Y al ruido, sobre todo al ruido, a veces a horas intempesti­vas. Ignoro cuál será el destino final del edificio Estel, una construcci­ón que en su tiempo tuvo su encanto original pero que hoy no es más que una enorme armazón desnuda, destartala­da y enquistada en un barrio que no ha hecho nada para merecerlo. Ignoro también cuántos años más pasarán antes de ver la transforma­ción de este espacio único por sus dimensione­s. De momento, mientras lo contemplo de lejos y lo examino de cerca no me imagino otro uso posible para el edificio Estel, para lo que queda de él, que servir de escenario para otra serie distópica o para una película de catástrofe­s.

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