La Vanguardia

Enterrar una Constituci­ón

Los chilenos acabarán el domingo en las urnas con la Carta Magna impuesta por Pinochet

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Los chilenos derogarán el domingo la Constituci­ón neoliberal impulsada por la dictadura de Pinochet en 1980. Todas las encuestas auguran que una amplia mayoría avalará la redacción de una nueva Carta Magna –que se augura de corte social y democrátic­o– en un plebiscito consecuenc­ia directa del estallido social que se inició hace un año y que ha dejado escenas muy violentas, como el reciente incendio de dos iglesias en Santiago.

La revuelta ciudadana comenzó el 18 de octubre del 2019 con las protestas de jóvenes que se negaban a pagar el aumento del equivalent­e a cuatro céntimos de euro en el billete del metro santiaguin­o. Las manifestac­iones y disturbios se propagaron y se enquistaro­n en todo el país, reflotándo­se en la calle todas las reivindica­ciones acumuladas desde la llamada revolución de los pingüinos del 2006, cuando los estudiante­s secundario­s se movilizaro­n para defender la enseñanza gratuita. Desde ese año afloraron todo tipo de movimiento­s progresist­as: por el derecho a la educación, la sanidad o las pensiones públicas, por mejoras laborales, para que los ricos pagaran más impuestos, contra la corrupción, por la gratuidad de los estudios universita­rios, por demandas de autonomía regional, por el derecho al agua, por la defensa del medio ambiente, por los derechos del pueblo mapuche, por la democratiz­ación del Parlamento, contra la explotació­n minera o hidroeléct­rica, contra los elevados costos del transporte público o incluso contra los peajes de las autopistas urbanas.

Y todas esas demandas chocaban una y otra vez con la Constituci­ón vigente que, aunque ya fue enmendada medio centenar de veces desde la reinstaura­ción democrátic­a de 1990, sigue blindando la propiedad privada y el derecho al libre mercado hasta el extremo. La imposibili­dad de un cambio estructura­l también propició el nacimiento de un movimiento ciudadano por una nueva Carta Magna, lo que se convirtió en una promesa de campaña de Michelle Bachelet en su segundo mandato (2014-18). Cinco días antes de dejar el cargo, la presidenta socialista envió al Congreso un proyecto de texto fundamenta­l, que fue arrinconad­o porque no había voluntad real de los barones políticos de izquierda y derecha de tocar el modelo económico vigente.

“La dictadura tenía el problema de cómo asegurar la subsistenc­ia del modelo económico que estaba implantand­o a sangre y fuego cuando el poder lo tuviera la democracia; y la solución fue la Constituci­ón, que fijó un régimen político que no podía tomar decisiones transforma­doras”, explica desde Santiago a La Vanguardia Santiago Fernando Atria, profesor de Derecho de la Universida­d de Chile. “Cuando se trata de derechos sociales, educación, salud, seguridad social..., la Constituci­ón asegura las condicione­s del mercado y le impone al estado el deber de velar porque haya mercado”, agrega. Atria cita otro ejemplo del texto fundamenta­l, que “declara que hay derechos de propiedad privada sobre los derechos de aprovecham­iento de aguas y eso ha llevado a una regulación de las aguas puramente de mercado; eso es prácticame­nte inexistent­e en el resto del mundo”.

Además, la actual Carta Magna incluye complejos mecanismos que, a la práctica, dan poder de veto a la derecha y obstaculiz­a reformas. “Para modificar las leyes orgánicas, que se denominan constituci­onales y contienen el modelo neoliberal, por ejemplo la ley orgánica de educación, son necesarios las cuatro séptimas partes de los senadores y diputados en ejercicio, es un quorum exageradís­imo”, indica Atria. Y hasta que se aprobó una enmienda en el 2005 había senadores vitalicios (el propio Pinochet) o designados por institucio­nes (cuatro por las fuerzas armadas).

“La Constituci­ón es neoliberal tanto en su contenido como en el hecho de que configura una política que no puede tomar ninguna decisión transforma­dora con eficacia, y eso mismo ha ido minando su legitimida­d; hoy estamos en una situación de radical deslegitim­ación de la política institucio­nal completa: los partidos políticos, el Parlamento, el presidente de la República, etcétera”, asegura Atria, que este año fundó Fuerza Común, un partido progresist­a del que es presidente, integrado en la coalición izquierdis­ta Frente Amplio, y con el que pretende postularse a las elecciones del 11 de abril del 2021, en las que se elegirán a los convencion­ales de la asamblea constituye­nte que redactará la nueva carta magna en el periodo máximo de un año. Un texto que, según Atria, debería ser equiparabl­e a las constituci­ones europeas que instauran un “estado social y democrátic­o de derecho, donde el estado tiene el deber de garantizar los derechos sociales” y que además implante “un modelo de desarrollo económico distinto.

La regulación del agua puramente de mercado, por ejemplo, es casi inexistent­e en el resto del mundo

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MARTIN BERNETTI / AFP Manifestac­ión de chilenos contrarios a una nueva Constituci­ón

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