La Vanguardia

‘Barcelona’ el armenio

Armen Knyazyan, un empresario de Lloret, muere como voluntario en la guerra de Nagorno Karabaj

- FÉLIX FLORES Barcelona

Es extremadam­ente inusual que en el cementerio de Lloret de Mar se entierre a un soldado. Eso sin embargo es lo que ocurrió el sábado 16 de octubre, cuando allí se despidió a un voluntario de la guerra de Nagorno Karabaj, una guerra menos remota de lo que parece. El soldado caído era Armen Knyazyan, lloretenc de adopción desde hacía veinte años y conocido empresario, con dos restaurant­es en la turística localidad gerundense y uno en Barcelona. El señor Knyazyan, padre de tres hijos ya adultos, contaba 46 años.

¿Por qué un hombre de éxito, que no tiene ya nada que demostrar, y además a su edad, es capaz de dejarlo todo para acudir a luchar? Eso es lo que se preguntó Arayik Harutyunya­n, presidente de la no reconocida República de Artsaj –como los armenios denominan Nagorno Karabaj–. Pocos días antes de su muerte, Knyazyan y Harutyunya­n hablaron de proyectos, según la noticia publicada por la agencia Armenpress en la que se daba cuenta de su nombramien­to póstumo como Héroe de Artsaj. Harutyunya­n denotaba estar muy afectado. “Mi padre no dejaba a nadie indiferent­e, y hacía sentirse especial a todo el mundo”, afirma su hija, Marianna.

Harutyunya­n conoció a Armen Knyanzyan en abril del 2016, cuando éste acudió por primera vez a filas para participar en la llamada “guerra de los cuatro días”. Fue justo el día del cumpleaños de su esposa. La pareja había viajado a Armenia para celebrarlo, pero él no esperó un minuto. Le condecorar­on.

El mes pasado, la familia Knyazyan pasó tres días en Stepanaker­t, una ciudad apacible con unos 55.000 habitantes antes de la guerra en la que todo el mundo se conoce. El 21 de septiembre la familia regresaba a Barcelona. El 27, el ejército de Azerbaiyán ataca rompiendo el siempre frágil alto el fuego vigente. Marianna recibe una llamada: “Tienes que ir al aeropuerto a despedirte de tu padre”. “A las 12 de la mañana, mi padre ya estaba en el avión”, explica. El 10 de octubre entraba en vigor a mediodía una tregua pactada en Moscú la víspera entre los ministros de Exteriores de Armenia y Azerbaiyán y que se vería rota de inmediato. Armen Knyazyan volvía de algún lugar del frente cuando su coche fue alcanzado, al parecer por un dron. Viajaban cuatro personas, una de ellas su amigo Alexander, junto al que había combatido en el 2016. Armen había dejado su equipaje en casa de Alexander y, según dijo una prima de éste a La Vanguardia, ni siquiera había llegado a deshacerlo. Alexander Harutyunya­n fue enterrado en Stepanaker­t el mismo día que Armen en Lloret. Tenían la misma edad.

Alexander era todo un veterano. Fue soldado adolescent­e en la guerra de 1992 y, según explica Marianna, “era conocido incluso por los azeríes”. “Nos han dicho –las autoridade­s locales–que siete días antes ya tenían como objetivo a Alexander porque el suyo era uno de los grupos de combate más fuertes”.

“Mi padre nunca llegó a hacer el servicio militar, por ello siempre se había sentido en deuda con nuestra tierra, con nuestra patria”, dijo Marianna en su alocución durante el funeral en Lloret. Aquel mismo año 92 en que se desataba la guerra con Azerbaiyán que acabaría con la victoria armenia, Armen Knyazyan y Lusine Hakobyan, recién casados con 18 años, emigraban a Alemania en busca de un futuro. Armen aprendió hostelería trabajando como camarero en un restaurant­e italiano. En el 2005 abría su primer restaurant­e en Lloret, cuatro años después el segundo y en el 2012, el tercero, en Barcelona.

La historia de los Knyazyan es común a la de cientos de miles de armenios, una diáspora que, desde el genocidio de 1915 a manos de los turcos, se extiende por Oriente Medio, Europa y las Américas. En Catalunya son unas 5.000 personas, alrededor de 30.000 en total en España. En sus orígenes diversos pueden estar Siria (Alepo, en particular), el disputado enclave del alto Karabaj o incluso Azerbaiyán. Así, la familia de Lusine procede de los alrededore­s de Ganja, la segunda ciudad azerí, llamada Kirovabad en tiempos de la Unión Soviética.

Armen, cuyo féretro fue cubierto con la bandera de Artsaj en su calidad de héroe, no era nativo de allí sino de Ararat, la región limítrofe con Turquía de la que fue arrancado el monte del mismo nombre, sagrado para los armenios. “Nunca hemos dejado de estar vinculados a Armenia”, dice Marianna. La llegada de los restos de su padre se retrasó porque fueron objeto de homenaje en Ereván, la capital armenia. En su tierra, al emprendedo­r de éxito le llamaban Barcelona.

“Mi padre no hizo el servicio militar y se sentía en deuda con nuestra tierra”, dice su hija, Marianna

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FAMILIA KNYAZYAN

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