La Vanguardia

Un punto y aparte

- Lola García

Hace falta atesorar grandes dosis de autoestima para soportar sin hundirse la tunda recibida durante dos días por Santiago Abascal desde todos los ángulos del hemiciclo del Congreso. Vox quedó aislado. Por primera vez, Pablo Casado dio un puñetazo en la mesa, harto de la complacenc­ia con la que Pedro Sánchez subía a la tribuna a rebatir a la ultraderec­ha o desesperad­o por que sus guiños al mundo de Vox caigan en saco roto. Fiel a su época, Casado suscitó una expectativ­a manteniend­o en secreto el sentido del voto y, en el momento álgido, remató y salió airoso de la trampa que le habían tendido. Ahora bien, ¿es esta moción de censura un punto de inflexión en la crispada política española? O quizá se trata solo de un modesto punto y aparte...

El objetivo de Vox con este montaje era coger carrerilla con vistas a las elecciones catalanas, pero sobre todo aunar el voto del descontent­o de la derecha. Sembrar en el terreno abonado por la pandemia y la crisis para recoger los frutos regados por un malestar creciente. En unos meses, Vox podría reprochar al PP que no votó a su candidato cuando este advirtió del declive. Está por ver si la formación ultraderec­hista logrará ese objetivo. Lo que sí ha conseguido esta moción de censura es quemar a Abascal, que ha sido noqueado. El traje de líder de las derechas le viene muy grande.

En cambio, Pablo Casado demostró un potencial más ambicioso del que suele mostrar en sus comparecen­cias habituales, en las que apenas hilvana una retórica previsible sobre los espurios pactos que sustentan a Sánchez. Sorprendió Casado incluso a los suyos. Y enseguida se dispararon las especulaci­ones sobre el alcance del nuevo giro centrista del PP. ¿Esta vez sí? En efecto, el discurso de ayer marca un antes y un después en la relación de Casado con Vox. Pero está por ver que el PP vire con decisión hacia posiciones centristas, incluyendo acuerdos con el Gobierno. La ruptura de Casado con Vox se sustentó ayer en un ataque casi personal y sin paliativos a la figura de Abascal, a quien reprochó la ingratitud de haber estado cobrando 15 años del PP para ahora convertirs­e en el principal escollo para que ese partido vuelva a gobernar. De forma implícita, Casado admitió que, mientras la derecha siga dividida, el regreso al poder es una quimera. Pero ayer sustituyó la estrategia de la seducción por la de aislar a los líderes de Vox.

Detrás de la dura diatriba contra Abascal, Casado extremó el cuidado a la hora de enmendar ideológica­mente a Vox. Sí subrayó diferencia­s que sitúan al PP en el bando del europeísmo, la defensa del Estado de las autonomías o los valores de la convivenci­a y la tolerancia sin discrimina­ción por sexo, origen, religión o lengua, además de desmarcars­e de nostalgias franquista­s. Es decir, colocó por primera vez a Vox fuera de los márgenes democrátic­os. Si tuviera que ser consecuent­e con esas afirmacion­es, los pactos institucio­nales forjados hasta ahora con la ultraderec­ha deberían someterse a revisión. Pero el principal reproche a Vox fue haber proporcion­ado a la izquierda un “éxito en la colonizaci­ón cultural de una parte de la derecha”. De ahí que prometiera continuar “activos en la guerra cultural”, que consiste en combatir “el feminismo dogmático”, “el revisionis­mo histórico” o la “inmigració­n ilegal”, entre otros frentes.

En otras palabras, Casado se desmarcó del trumpismo exhibido por Vox, pero no tanto de algunas de sus banderas. Para que no quedaran dudas de su empatía hacia los votantes de Abascal, los acompañó en el sentimient­o de desencanto hacia el PP de Mariano Rajoy y dejó claro que un votante de Vox no deja de ser un exvotante popular a quien hay que convencer de que regrese a casa.

Casado tenía dos opciones: mantenerse acogotado a rebufo de las bravuconad­as de la ultraderec­ha o desmarcars­e de la panoplia más rancia de Abascal sin molestar a sus votantes. Optó por no discutir tanto la política de Vox sino más bien su eficacia, es decir, el desperdici­o de haber dividido a la derecha. Si el PP se aviene a pactar la renovación del Poder Judicial, será más por la presión de jueces de su entorno que no quieren ver como una reforma veta su acceso a puestos de la cúpula durante años. Pero el perfil de la oposición que dibujó ayer Casado va en la línea de mantener un elevado nivel de tensión.

En la Moncloa se mostraban ayer satisfecho­s por el marcador: 298 votos en contra de la censura a Sánchez. Un espejismo. El presidente tiene cada vez más cerca la aprobación de los presupuest­os, el combustibl­e para dos años más, pero no será gracias a ese ambiente de comunión contra el enemigo de ultraderec­ha, sino por otro clima bien distinto, el de una calle que exige soluciones y menos juegos malabares de todos sus gobernante­s, estén donde estén.

Casado se desmarcó del trumpismo de Vox, pero dejó claro que seguirá ejerciendo una dura oposición

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PABLO BLAZQUEZ / AFP Santiago Abascal recibió duras diatribas por parte de Casado
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