La Vanguardia

Todo al negro

Vox fija su apuesta al caos a cambio de agrietar sus alianzas y menguar a su líder

- PEDRO VALLÍN

Los propósitos de Vox eran colocar un publirrepo­rtaje de su oferta trumpista a la española –cuya condición de posibilida­d es una primavera negra de pandemia e incertidum­bre– y arrebatar al PP el liderazgo moral de la oposición. La formación de extrema derecha logró lo primero: despejó dudas sobre su propuesta, alejada de la aseada contempora­neidad del Frente Nacional francés y del populismo obrerista y reaccionar­io italiano, y muy próxima a la paranoia ufológica de la América interior, sazonada con viejos avíos del nacionalca­tolicismo y, en clave geopolític­a, untada de la jactancia del aznarismo que quiso redibujar el mapamundi poniendo los pies sobre la mesa de café de Bush. Una opción basada en el orden autoritari­o y las viejas certezas de españolida­d castrense que guiaron la mitad del siglo XX español.

Colocar el mensaje es el saldo positivo de una moción de censura que parecía un win-win para el partido de extrema derecha, pero que ha fallado en su objetivo principal: convertir a Santiago Abascal en el capitán anti-sánchez. Su desempeño parlamenta­rio fue gris el miércoles y un calvario ayer. Solo se le vio suelto cuando sacó un inveterado machismo de café, copa y puro para tildar de “floreros” a las cuatro diputadas de Unidas Podemos que le habían disparado a la virilidad. “Tiene usted la España pequeña”, le soltó malvada Sofía Castañón. Y justo después recibió una somanta retórica de Pablo Casado y de Pablo Iglesias, protagonis­tas de discursos de altura, en lo formal como en lo sustantivo. Abascal, que para pasmo del respetable no tenía un plan de contingenc­ia por si el PP se rebelaba contra su patente intento de arrebatarl­e el trono de hierro de la derecha, acabó el pleno exhausto y confundido, como un púgil sonado, desorienta­do y añorando una banqueta. Su modesta oratoria, incluso por contraste con la solidez y astucia de Iván Espinosa de los Monteros, quedó expuesta ante el hemiciclo cuando el líder del PP salvaba el match ball tirando de coraje y elocuencia. El líder de Vox solo acertó a protestar por lo que vivió como un “ataque personal” y a confesarse “perplejo”.

No hacía falta que lo dijera. Aspirante a capitanear el enfado social, salió del hemiciclo menos líder de su propio partido.

Acorraland­o a Casado con la moción y obligándol­o a luchar por su vida política, el otro saldo inesperado para Vox es el debilitami­ento de sus alianzas de gobierno. El PP marca distancias. La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, tras el pleno de la Asamblea, supo del movimiento relámpago de Casado y anunció a la prensa que desistiría de sus acciones judiciales contra el ministro de Sanidad, Salvador Illa, para facilitar “la colaboraci­ón”, y Rocío Monasterio, líder madrileña de Vox, criticaba: “¿Ya no le parece tan dictador Sánchez?”. Vox Andalucía detuvo entonces la negociació­n para el presupuest­o andaluz y anunció que se “replantea completame­nte” su relación con el PP de Juan Manuel Moreno Bonilla, prueba de que la andanada de soplamocos de Casado no fue en vano. No es probable, no obstante, que Vox se ahorque con un cordón sanitario autoimpues­to dejando caer los gobiernos de Madrid, Andalucía y Murcia.

En las redes, los ultras estallaron contra el PP, mientras la cuenta oficial de Vox colgaba un tuit acusando el daño: “Más vale una cicatriz por valiente, que la piel intacta por cobarde”. Lo ilustraba con un Abascal en blanco y negro mirando al cielo. Un tuit con aroma a incienso y notas de réquiem por el capitán caído.

Monasterio critica a Ayuso y Vox Andalucía dice que se “replantea” su relación con el PP de Moreno Bonilla

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E. PARRA. POOL / EP Santiago Abascal abandona el Congreso tras la derrota, entre aplausos de sus diputados

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