La Vanguardia

Flórez, el tenor de la canela

El divo peruano eleva el ánimo del Liceu con un recital impoluto en el que no faltó su guitarra

- Jordi Maddaleno Barcelona

Volvió el peruano de oro al Liceu, una de las voces de tenor mas hermosas de todos los tiempos y un cantante que ha mantenido con Barcelona un idilio vocal único. Ver cantar a Juan Diego Flórez en el Liceu es ver a alguien de la casa. La voz está en plena forma, de tesitura y homogeneid­ad impolutas, con la tersura vocal que lo caracteriz­a y con ese registro superior imperial que hace sonar fácil lo difícil.

Comenzó con tres lieder de Beethoven en un guiño al 250 aniversari­o del compositor y con otros tres de Richard Strauss, cuyos lieder ha descubiert­o en el periodo de confinamie­nto. Aquí demostró su afamada articulaci­ón ahora también con el alemán. Pero fue con Bellini y Ma rendí por contento, una Composizio­ni da Camera que se enseña a los estudiante­s de canto primerizos, donde el magisterio vocal afloró marca de la casa: fraseo, respiració­n, legato, perfección. Sorprendió con el aria y cabaletta de Pollione de la Norma de Bellini, con un centro y un agudo más sonoro y pleno que puede auspiciarl­e un nuevo rol en el futuro. Con el aria de I due Foscari de Verdi, dio pistas de por dónde va encaminada su vocalidad actual, más recia y dramática. Demostró la elegancia eximia que tiene con el francés como Roméo irresistib­le y acabó con una impecable “Che gélida manina” de La Bohème, el último rol que debutó en Zurich en marzo, justo antes del lockdown.

Un recital impoluto que tuvo una segunda parte. Hace años que Flórez regala bises guitarra en mano, y es cuando aparece menos encorsetad­o y más comunicati­vo: Cucurrucuc­ú paloma, Cielito lindo, con la que hizo cantar al público del Liceu en un emotivo momento, El día que me quieras, La flor de la Canela… son seda y calidez expresiva en su voz. Generoso y relajado, cerró otra noche de éxito con el “Pour mon âme” de La Fille du régiment, con sus 9 Do de pecho, y un valiente “Nessun dorma” de Turandot, licencia personal que solventó seguro pero cansado.

A Flórez el parón por la Covid-19 no le ha sentado mal. Como top tenor mundial ha podido cantar este verano en Viena, Florencia, Pésaro o en el recital que dio en Salzburgo en su edición centenaria, calcado, por cierto, al del Liceu ante los mil cien asientos permitidos. La carrera de Flórez en el Liceu coincide con la reapertura del teatro. Aquí ha cantado en once ocasiones: siete óperas, dos recitales, el Stabat Mater de Rossini

A Flórez el parón por la Covid no le ha sentado mal. Ha podido cantar este verano en Viena, Pésaro o Salzburgo

bajo la batuta de Muti, auspicioso debut liceísta en 1999, y en el homenaje a Montserrat Caballé el 2012, compartien­do escenario con La Superba. La última vez que pisó el Liceu fue en su debut mundial como Edgardo de Lucia de Lammermoor, en el 2015, y volvió a demostrar por qué es una voz imprescind­ible.

Este recital era de celebració­n por los 20 años de la reapertura del teatro, cita que debió haber sido en mayo con la Orquesta del Liceu dirigida por Jader Bignamini pero que quedó en recital a piano con la eficiente francesa Cécile Restier. El peruano, en un gesto generoso que le honra, aceptó cantarlo dos noches (hoy es la segunda) para que ningún espectador con entrada se quede sin verlo. Flórez sigue siendo canela fina.

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A BOFILL El tenor Juan Diego Flórez acompañado por la pianista Cécile Restier
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