La música disco se fue a la guerra
El Macba muestra la obra de Tony Cokes, un incisivo dj que mezcla música, texto y política
L a música disco no ha muerto. Se ha ido a la guerra”. El texto, directo e intrigante, recorre la pantalla de un pequeño monitor mientras de fondo suenan canciones de Metallica, Britney Spears o Bruce Springsteen. “Y está por todas partes: Afganistán, Guantánamo, Abu Ghraib”, seguimos leyendo, cada vez más atrapados en un relato sobre cómo los militares estadounidenses utilizaron la música como arma de tortura durante la guerra de Irak. Una música a todo volumen con la que provocaban desorientación psicológica, dolor físico y en última instancia lograban coaccionar la voluntad de los detenidos sin dejar marcas visibles en el cuerpo. Tony Cokes, autor de Evil.16 (Torture.musik), la pieza que abre su exposición en el atrio de Macba, prescinde deliberadamente de cualquier imagen violenta para representar un hecho atroz, y lo hace además a través de las palabras de otro, en este caso Moustafa Bayoumi, autor de Disco Inferno,
La ausencia de imágenes será una constante a lo largo de todo el recorrido. El título de la muestra no engaña: Música, texto y política.
El trabajo de Tony Cokes (Richmond, Virginia, 1956), que por primera vez se presenta en España en una exposición individual, es efectivamente altamente político y se centra en el texto y el sonido, temas de hip-hop, rock, disco o pop acompañan brillantes diapositivas en colores sólidos que sirven de fondo para textos poderosos: testimonios en primera persona, artículos de revistas, ensayos, reportajes de noticias... El abanico de voces va de Malcolm X a David Bowie, Morrissey o Donald Trump, con las que Cokes samplea, versiona y mezcla como si fuera un Dj ausente en la pista de baile, para ofrecer nuevas lecturas críticas de temas fundamentales como la salud mental, la política racial, el género, el capitalismo o la misoginia.
Ideas con las que él cree se puede bailar, apunta la comisaria Anna Cerdà. Los vídeos se proyectan en pequeños televisores o en pantallas que ocupan toda la pared, como Mikrohaus, or the black atlantic?, resguardada en un espacio-discoteca donde uno puede dejar soltar el cuerpo mientras es invitado a reflexionar sobre cómo se ha invisibilizado que el techno es una música negra. Y lo mismo sucede en The Queen is Dead una pieza conmovedora sobre Aretha Franklin, a la que escuchamos cantar Never grow old y recordamos que la mujer detrás de esa voz “tan llena de historia y poder”, fue decisiva en la lucha por los derechos civiles especialmente de las mujeres. “Una negritud sin remordimientos, una dignidad militante”.
“No hay nada que criticar, solo tenemos que maravillarnos de las cosas que ya sabemos”. Los textos se desplazan o parpadean en las pantallas, sobresaltándonos, en un momento de estado alarma como el actual,con su denuncia de cómo la administración Bush activaba a su conveniencia los diferentes grados de alarma terrorista tras los atentados del 11-S –Evil.12 (edit.b) (fear, spectra & fake emotions –o provocando nuestra sonrisa con trabajos como killer.mike.karaoke, donde mezcla las letras de dos temas del rapero Killer Mike. En algún momento es el propio Coke quien asalta la pantalla: “El fracaso se disfraza de éxito. El éxito oculta el fracaso” o “Bajo el capital, ¿quién es la puta y quién el putero?”.
Vale la pena ir al Macba con tiempo, hay mucho que leer y escuchar, mejor con auriculares propios y un teléfono móvil para descargar los textos en catalán o castellano. En la calle aún hay más. Asomándose desde la gran vidriera que da a la calle Montalegre, un mosaico rojo y azul atrapa declaraciones megalomaníacas del rapero Kanye West (“Soy Shakespeare en carne y hueso”), mezcladas con las de Lars Von Trier durante su famosa conferencia de prensa en Cannes del 2011, en la que mostró su simpatía por Hitler, y el Young Americans de David Bowie.
Tony Cokes crea vídeos donde une músicas de Aretha Franklin o Morrissey con textos de Malcolm X o Trump
El artista convierte el museo en una discoteca donde las ideas se pueden bailar, pero hay mucho que leer