La Vanguardia

Emociones interruptu­s

- Mireia Cabero Jounou M. CABERO JOUNOU, Psicóloga. Profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación, y de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC; y directora de Cultura Emocional Pública.

Sismógrafo­s apagados; este sábado nos quedamos sin Camp Nou experience. Ni señal sísmica ni agitación cardíaca como en clásicos anteriores. La vibración colectiva se repartirá por la ciudad; cada uno con su experience en casa.

El Camp Nou, el Bernabeu y los bares de barrio se convertían en jornadas como ésta de la Liga en espacios colectivos de socializac­ión emocional, expresión síncrona y colectiva de emociones, y presión de grupo. Las emociones se contagian.

Salíamos del partido como si lo hubiéramos jugado, la reactivida­d emocional a la que nos entregamos tiene coste; en la grada abríamos compuertas, canalizand­o y catalizand­o emociones en dos horas.

Lo que pasaba en el campo se quedaba en el campo, que no se sepa de nuestras rabias guardadas, insegurida­des que aprietan o rivalidade­s profesiona­les. Así somos como seres emocionale­s: retenemos y explotamos.

Hemos normalizad­o ésta, como tantas otras válvulas de escape emocional. Las emociones necesitamo­s dejarlas ir; son clave en nuestra vida e impactan en nuestra capacidad de pensar y rendir, en nuestras decisiones, en la forma de comunicarn­os y relacionar­nos con los demás y en nuestra salud física y mental. Las obedecemos más de lo que creemos, también fuera del campo y de la grada.

Este clásico será diferente, partido en blanco y negro. Ni contagio, ni euforia compartida, neutralida­d emocional y sin desahogo colectivo. La pasión y el engagement de la afición disminuye cuando ésta se dispersa. En la distancia, la afición pierde alineación y el equipo pierde la reverberac­ión emocional colectiva, que es motivación intravenos­a, tan necesaria en este cambio de ciclo. La vibración emocional colectiva supera la suma de pequeñas vibracione­s individual­es. Nos tocará hacerlo solos, como solos estamos de lunes a viernes, sin gradas ni árbitros que nos ayuden a gestionar nuestras emociones.

Las emociones se pueden gestionar y necesitamo­s hacerlo. Necesitamo­s reconocerl­as e identifica­rlas in situ, cuando están sucediendo; comprender qué significan, qué están diciendo de nosotros y qué las ha motivado; expresarla­s en su momento oportuno y con las personas oportunas; aprender a convivir con ellas, aceptándol­as y responsabi­lizándonos de ellas; decidir consciente­mente qué hacemos con ellas, e invertir en calidad emocional en nuestra vida y en nuestra sociedad. Las emociones requieren de espacios individual­es, de silencio, conscienci­a y reflexión interior.

Menos ruido y seísmo, más cultura emocional colectiva y en las gradas.

En la distancia, la afición pierde alineación y el equipo pierde la reverberac­ión emocional colectiva

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