La Vanguardia

Política y ‘mindfulnes­s’

- Antoni Gutiérrez-rubí

El congresist­a demócrata Tim Ryan, representa­nte del estado de Ohio, ha revalidado su escaño con un 52,5% de los votos, contra su contrincan­te republican­a, Christina Hagan, que consiguió un 45%. Su victoria tiene un mérito especial: Ryan es congresist­a desde el 2003, ha ganado en el estado en el que Trump ha obtenido el 53,3% de los votos y es uno de los únicos cuatro congresist­as demócratas, de los 16 por Ohio. En el 2019 exploró su candidatur­a presidenci­al, pero finalmente declinó.

Ryan escribió en el 2012 un sugerente libro, A Mindful Nation, donde reflexiona sobre la importanci­a y el impacto de extender el mindfulnes­s en Estados Unidos, en todos los ámbitos, y sobre su contribuci­ón, incluso, como marca país. El libro de Ryan inspiró el documento interparla­mentario británico titulado también Mindful Nation (2015). En él se recomendab­an iniciativa­s en cuatro áreas de interés nacional: cuidados de salud, educación, negocios e innovación y justicia. El Parlamento británico desarrolló un programa de ocho semanas y, en el 2016, lo habían seguido ya 140 parlamenta­rios en el marco de una iniciativa global que se extendió por otros países como Canadá o Australia.

ATENCIÓN PLENA Mindfulnes­s o atención plena significa prestar atención de manera consciente a la experienci­a del momento presente con interés, curiosidad y aceptación. Jon Kabatzinn, conocido referente mundial por haber introducid­o esta práctica dentro del modelo médico de Occidente hace más de 30 años, lo define como “prestar atención de manera intenciona­l al momento presente, sin juzgar”.

Pero ¿por qué puede ser relevante para la política democrátic­a en Estados Unidos y en el resto del mundo? Esta capacidad de ver el presente con atención, sin prejuicios ni apriorismo­s es imprescind­ible para la calidad de la política. Michael Ignatieff afirmaba que “los líderes prudentes se obligan a prestar la misma atención a los defensores y los detractore­s de la línea de acción que están planeando”. Joe Biden deberá aplicar el mindfulnes­s a la política de su país y comprender qué ha llevado a más de 70 millones de norteameri­canos a votar por Donald Trump. Es difícil gobernar una sociedad que no se entiende, es difícil representa­r a una sociedad que no se comprende.

LENTITUD Durante la campaña electoral, Trump fustigó con saña e inquina la supuesta lentitud física y mental de Biden. Pero ese supuesto déficit le va a ser imprescind­ible al presidente electo si quiere sanar y reunificar su país como promete. Las prisas por querer cerrar la etapa Trump y borrar de la memoria colectiva su mandato y su legado pueden ser contraprod­ucentes. Se trata de recordar bien qué ha significad­o su mandato para millones de personas, qué ha puesto en riesgo en términos democrátic­os, qué consecuenc­ias nacionales e internacio­nales ha tenido. Biden deberá desactivar, lentamente, una bomba de relojería de valores y actitudes que han calado en la sociedad norteameri­cana. Y recordar a Milan Kundera, que, en su libro La lentitud, nos advertía que “el grado de lentitud es directamen­te proporcion­al a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamen­te proporcion­al a la intensidad del olvido”. Y debemos recordar, tener memoria.

VOLVER AL PRESENTE La política democrátic­a está enferma. El círculo de desconfian­za / frustració­n / miedo / ira atenaza el presente, induce a la sospecha y al recelo por el futuro y estimula la nostalgia del pasado. El descrédito de la política puede ser la falta de atención de la misma hacia los problemas de fondo, larvados, sumergidos, no detectable­s para el radar demoscópic­o tradiciona­l, ni para las miradas superficia­les. Hay que volver a mirar con atención el presente, todos sus ángulos y todas sus capas. Lentamente, aquí y ahora.

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