El futuro del Eixample
El Ayuntamiento de Barcelona presentó ayer una nueva fase de sus políticas para transformar el Eixample, que aspiran a librarlo de buena parte del tráfico rodado y favorecer a los peatones y los ejes verdes. A tenor de estos planes, en el plazo de diez años el Eixample debería albergar 21 calles verdes y la misma cifra de plazas, logradas en intersecciones que, mediante una modificación de uso de los característicos chaflanes, se conviertan en espacios públicos similares a los de Gràcia. La operación empezaría por cuatro calles –Consell de Cent, Rocafort, Borrell y Girona–, en las que meses atrás se experimentó con el llamado urbanismo táctico. Empezar por ahí tendría, de entrada, el efecto de consolidar las mencionadas transformaciones. Y, a medio y largo plazo, el propósito de ensayar unos modelos que podrían ser posteriormente reproducidos en otros puntos de la trama urbana diseñada por Ildefons Cerdà, en servicio desde hace más de un siglo y medio, a plena satisfacción de los ciudadanos.
Hemos dicho en anteriores ocasiones que conseguir una ciudad con menos polución es un objetivo compartido por la inmensa mayoría de los ciudadanos. Pero también hemos apuntado, y hoy lo reiteramos aquí, que la ciudad debe atender mil necesidades, y que el hecho de que la salud pública sea prioritaria, y que a tal fin se apliquen determinadas políticas municipales, no significa que otras necesidades puedan ser ignoradas ni postergadas.
En primer lugar, queremos decir que cualquier operación que comporte una reducción de la movilidad privada debe ser precedida por una mejora del transporte público que debe suplirla. No se trataría ya solo de optimizar y dotar mejor los medios ahora existentes. Se trataría además de desarrollarlos y darles la capacidad que se pretende restar al transporte privado. Algo que hasta hoy no ha sucedido en la medida necesaria.
Dicho esto, e insistiendo en la necesidad de salvaguardar la salud pública, añadiremos que el Ayuntamiento, como institución que defiende los intereses de todos los ciudadanos, debe efectivamente asegurarse de que al dictar nuevas normas no los contraría. Eso significa, antes de empezar a reverdecer calles, consultar a los distintos sectores ciudadanos –ya sean comerciantes, hoteleros, empresarios de varia escala o particulares–, escuchar sus peticiones y establecer medidas para satisfacerlas. Y, también, actuar con sensatez y sin precipitación, haciendo cuantas pruebas de uso sean necesarias, corrigiendo errores –no todas las supermanzanas han dado el mismo resultado– y trabajando siempre para todos los ciudadanos. El Eixample es una historia de éxito y nos jugamos mucho en su anunciada transformación.
La trama urbana de Cerdà es una historia de éxito, y nos jugamos mucho en su transformación