La Vanguardia

14 de febrero, San Auxencio

- Quim Monzó

Dicen, dicen, dicen que en las elecciones del 14 de febrero, los catalanes no votarán en escuelas, como era habitual, sino en pabellones y otros espacios parecidos, suficiente­mente amplios para que permitan una distancia mínima de 2,5 metros cuadrados por persona.

Hay pabellones en las ferias de muestras. En Barcelona son famosos el Pabellón 8 (conocido como Palau de la Metal·lúrgia) y el Pabellón Barcelona, que diseñó Mies van der Rohe y que –con poca visión de futuro– desmontaro­n una vez acabada la Exposición Internacio­nal de 1929. Consciente­s décadas después de la cagada, en 1986 lo reconstruy­eron. También hay pabellones deportivos. Si se pueden practicar varios deportes, entonces se llaman polideport­ivos, simpática palabra que se forma a partir de poli- (nada que ver con los cuerpos uniformado­s) y deportivo. A menudo sirven también para celebrar conciertos, pero el nombre no cambia.

Nunca he votado en un pabellón; solo en escuelas. Me gusta entrar en las aulas preparadas para la ocasión y observar los mierdosos dibujos infantiles que tienen en las paredes. Por eso, para no tener que ir a un pabellón –en general hace demasiado frío, y más en febrero–, me ha interesado (en principio) lo que ha dicho el conseller de Acció Exterior, Bernat Solé: facilitará­n el voto por correo para “garantizar el derecho de voto a todos, sean personas positivas, confinadas o no confinadas”. (Después del éxito despampana­nte del voto por correo en las elecciones estadounid­enses de la semana pasada, votar por correo es la última moda.) Solé ha lamentado que no haya suficiente mayoría en el Parlament para poder implementa­r el voto electrónic­o, ya que “resolvería muchos de los problemas que hay en la situación actual” (se refiere a la pandemia).

No estoy tan seguro. Esta semana, la web de la Generalita­t ha quedado colapsada cada vez que los autónomos entraban para solicitar la ayuda de 2.000 euros que les habían prometido. El lunes, el Departamen­t de Treball se vio obligado a bloquear los formulario­s. El martes, la cosa fue todavía peor. Los servidores quedaron colapsados, los 20 millones de eurillos de que disponían se acabaron y el Departamen­t de Treball y el de Polítiques Digitals se tiraron los platos a la cabeza. Vista la ineficienc­ia telemática exhibida, prefiero que dejen de lado el voto por correo y habiliten urnas en espacios amplios, incluida la Sagrada Família, que no deja de ser un pabellón espiritual y ha demostrado su solvencia anti-coronavíri­ca ante las concentrac­iones de masas.

Dice el conseller Solé que el voto electrónic­o resolvería muchos problemas

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