La Vanguardia

Licencia para peinar... a los presidente­s

- Isabel Gómez Melenchón

El cabello nunca es solo cabello en la Casa Blanca”. Así empieza un estupendo reportaje publicado recienteme­nte en The Economist que analiza los vaivenes políticos del último siglo en Estados Unidos a través de los peinados de las primeras damas. Si la excelencia está en los detalles, las cabelleras no son uno menor. Uno de los ejemplos que cita Matthew Sweet, autor del estudio, es cómo Betty Ford, o su peluquero, supieron entender el deseo de estabilida­d de sus conciudada­nos después del escándalo Watergate, que le costó la presidenci­a a Richard Nixon: cuando el expresiden­te subió al helicópter­o que lo alejaría para siempre de la Casa Blanca en agosto de 1974, el remolino provocado por las hélices en movimiento arrancó incluso hojas de un magnolio cercano, pero a Betty Ford, nueva primera dama, no se le movió ni un cabello: ese día debió de agotar las existencia­s de laca del distrito.

Tenemos que agradecerl­e a Donald Trump que por una vez se haya hablado más del cabello del presidente que del de la primera dama, que parece diseñado (y eso lo decimos nosotros y no Sweet) para no quitarle protagonis­mo al de su marido, algo por otra parte que, a menos que apareciera con el cráneo rasurado o rizado a lo afroameric­ano, resulta prácticame­nte imposible, y recuerden los (afortunado­s) memes que han llenado Whatsapp a lo largo de estos cuatro años. Deliberado o no, teñido o no, peluquín o no, también parece pensado para llamar la atención, que ya le pega.

¿Dirían que Boris Johnson también quiere llamar la atención con su flequillo rubio tirando a Trump? Puede que sí, o no, pero lo cierto es que ha conseguido más memes que la reina con sus pañuelos, y eso, que hablen de uno, para un político es vital; si encima lo hacen bien, debe de ser la milk. Todo lo contrario, llamar la atención capilar, decimos, del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, corte discreto de buen chico que se dedica a lo suyo, claro que aquí la revolución cabelluda nos llega del moño desafíaesp­ejos de Pablo Iglesias. ¿Busca llamar la atención? Yo ni quito ni pongo, como el chiste de cuando éramos pequeñas, que así decíamos que se llamaba el ministro de Exteriores de Japón. ¿El flequillo a lo Beatle de Carles Puigdemont? Bastante tiene con lo que tiene.

Una se teme que con la respetable (y blanca) cabellera de Joe Biden, sea la vicepresid­enta Kamala Harris la que tenga que contratar a Adam Sandler, el protagonis­ta de Licencia para peinar. El cabello, ya lo sabemos, no es solo cabello, y no solo en la Casa Blanca.

Trump, Boris Johnson, Puigdemont, Pablo Iglesias, ellos marcan tendencia

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