La Vanguardia

Urquinaona tenía un buen vecindario

- LLUÍS PERMANYER DESCONEGUT / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Fue un Rius i Taulet residente en la calle Fontanella, quien, al ser alcalde, mandó ajardinar, iluminar y situar una fuente en lo que de momento no pasaba de ser un simple espacio residual. Corría 1872.

Este espacio tan céntrico aún restaba en el anonimato en 1883 y carecía de numeración. Decían que se llamaría plaza Nueva de Jonqueres, y fue indicativo que Víctor Balaguer, al bautizar las vías públicas del Eixample, no le impusiera un nombre. El anonimato terminó sólo tres meses después de morir el muy querido y respetado obispo Urquinaona.

He aquí el ambiente humano que allí se perfilaba.

El marqués de Sentmenat i de Ciutadilla, que vivía en la riera de Sant Joan, encargó una gran casa (n.º 7) al arquitecto August Font; le gustaba observar el curso de las obras, pero el lugar era aún tan inhóspito que se hacía acompañar por una pareja de guardias civiles; el hijo pequeño del contratist­a Amargós aprovechab­a para que su cabra paciera entre la yerba que cubría la embocadura de la calle Roger de Llúria. La banca Magí Valls se instaló en el principal.

El arquitecto Josep Vilaseca proyectó (n.º 8), encargado por el padre, su primer edificio. Lo adornó con medallones y nombres de los maestros clásicos que admiraba. Entre los inquilinos, Josep Parera, pintor de cámara de Isabel II y autor de deliciosas caricatura­s de medio centenar de barcelones­es que atesora el museo Marès.

Antoni Fages, afincado en la Rambla, fue tildado de loco cuando se trasladó a Urquinaona.

En su casa (n.º 10), Josep Coroleu editaba los Usatges, las tres crónicas y sus memorias tan celebradas, mientras que Josep Balari i Jovany culminaba Orígenes históricos de Cataluña y Artur Masriera, unos libros muy barcelones­es. El canónigo Antoni Estalella i Sivilla, a punto de ser entronizad­o como obispo en Teruel, andaba enfrascado de momento en traducir al castellano el gran clásico Kempis.

Y residieron más o menos tiempo Guimerà, Maragall, Pere Corominas, Josep y Emerencià Roig i Raventós.

En lo alto de la casa Ferrer Vidal (n.º 5) abrió estudio el pintor Tomàs Moragas y también academia, con alumnos como Anglada Camarassa, Cristòfor Alandi, Lluís Torras Farell, Josep Espinalt; después lo ocupó Ricard Canals. El pintor Roig i Soler trasladó a este edificio el taller que en la calle Lledó compartía con Planella.

El mundo universita­rio estaba bien representa­do por un Marqués de Carulla tantos años rector, y catedrátic­os como Balari i Jovany, Àngel Bas, Amigó y Camil Cots.

Médicos, como Viura o Rafael Dalí, tío del pintor, pero sobre todo el consultori­o del afamado doctor Mure, de Burdeos y médico de la casa real, que circunstan­cialmente compartía con su discípulo Luis de March.

Y hasta el piso de Pere Romeu (n.º 4) subió un joven para dibujar el retrato del bebé en la participac­ión de nacimiento; firmado: Picasso.

Víctor Balaguer, quien bautizó todas las calles del Eixample, no le puso nombre

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La plaza carecía de numeración y en 1883 recibió el nombre del obispo recién fallecido
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