Pensamiento a la contra
ENRIQUE LYNCH (1948-2020) Filósofo, escritor y editor
Brillante, beligerante, divertido, afilado e iluminador en sus conversaciones, opinador de casi todo y con un pensamiento a la contra que obligaba siempre al interlocutor, como mínimo, a aprender a defender mucho mejor sus argumentos. Unas discusiones que muchos echan ya de menos porque el escritor, filósofo y editor Enrique Lynch falleció este martes en Barcelona a los 72 años debido a un cáncer manifestado hace tiempo pero que este domingo empeoró de forma súbita.
Lynch, profesor titular de Estética en la Universitat de Barcelona desde 1993 y hasta su jubilación, nació el 31 de mayo de 1948 en Buenos Aires. Su padre era un hombre de empresa y su madre una famosa escritora, Marta Lynch, que se suicidaría en 1985 de un tiro en la sien. “Mi madre fue en vida una mujer muy famosa. Salir con ella era como ir del brazo de un anuncio de la Coca-cola. Ella me introdujo en la cultura. Estaba comprometida en hacer de su hijo un intelectual. Era muy inteligente y tratarla fue un privilegio. Aunque era quizá demasiado lista y eso puede ser pesado de llevar para un hijo, porque las relaciones maternofiliales, por intelectuales que se pretendan, están por fuerza trabadas por sentimientos”, reflexionaba Enrique Lynch, que estudió en el prestigioso Colegio Nacional obteniendo la Medalla de Oro en Historia, premio Sauberán, en 1966. Se licenciaría en Filosofía en 1975 pero en medio militó muy activamente en política, por lo que tras el golpe de Estado de Videla de 1976 abandonó el país y fue primero a Brasil y luego a España huyendo del momento de mayor represión.
En Barcelona volvería a licenciarse en Filosofía en 1981 con una tesis sobre la obediencia en la teoría del poder de Hobbes e iría a París un año con una beca del gobierno francés. En la Sorbona estudiaría con Foucault y los grandes nombres de la filosofía del momento. Durante esos años trabajaría ampliamente en el mundo de los libros como director literario de Gedisa, asesor de Carlos Barral en Argos-vergara, director de Muchnik Editores y miembro del consejo editorial de Destino. En ellas editaría a nombres clave del pensamiento contemporáneo como Gianni Vattimo, Georges
Steiner o Gilles Lipovetsky y también ejercería de traductor de Foucault, Lyotard o Elster. Y escribiría: en 1987, La lección de Sherezade –con la que fue finalista al premio Anagrama de Ensayo y al Nacional de Ensayo–, sobre las relaciones entre filosofía y literatura, tema al que volvería en 1990 con El merodeador.
En 1992 se doctoró con la tesis
Aproximación a la teoría del lenguaje en la obra de Friedrich Nietzsche,
dirigida por José María Valverde, en cuya área, la Estética, ganaría la plaza de profesor titular en 1993. En 1997 publicó su celebrada
Prosa y circunstancia, una tentativa de recuperar, a partir de su propia vida y prejuicios, la escritura del ensayo literario tal como lo concibió Montaigne. Su último libro, Ensayo
sobre lo que no se ve (Abada), se publicó hace pocas semanas y en él reconstruye la genealogía de las nociones de imagen desde las pinturas rupestres hasta lo virtual.
Su primera esposa fue la profesora de Humanidades Estela Ocampo, con la que llegó de Argentina y con la que tuvo una hija, la agente literaria María Lynch, que hoy comparte empresa con la que fue su segunda mujer, la también agente Mercedes Casanovas, con la que tuvo otro hijo, Juan Manuel.
En el año 2004 cofundó Las Nubes, una revista digital de filosofía y literatura. En ella escribía el pasado marzo una entrada titulada Tragedia, en la que reflexionaba que, para ser feliz, “primero, hay que aceptar que esto que nos toca es bastante terrible, que –por fuerza, como los desdichados héroes que imaginaron los griegos– vamos a porfiar en nuestra ineluctable perdición y no tenemos manera de escapar; y segundo, hay que hacer un esfuerzo para desentrañar el guión trágico en que estamos metidos y qué papel nos toca representar en él. El resto es sencillo: consiste en cumplir lo mejor que podamos con el papel que nos ha sido asignado”.