La Vanguardia

¿Equivocars­e de nuevo?

- Joaquim Coello Brufau J. COELLO BRUFAU, ingeniero

La crisis del 2008 llevó a los gobiernos a inyectar tres billones de dólares en el sector financiero, bancos, seguros e inmobiliar­io. La mayoría de los fondos se quedaron en el sector, no fueron a las empresas productiva­s o de servicios que habían sufrido la crisis. Como ejemplo significat­ivo, solo el 10% de los préstamos bancarios en el Reino Unido no va al sector financiero o inmobiliar­io. En economías adelantada­s, en 1970 el 35% de los préstamos bancarios iba al inmobiliar­io, en el 2007 el 60%... Las ayudas recibidas no mejoraron la economía, sirvieron para restaurar la situación previa a la crisis del sector financiero. Los ciudadanos que pagaron las aportacion­es de fondos públicos al sector privado con sus impuestos se quedaron, una vez acabada la crisis, con una economía tan ineficient­e y desigual como antes y con un mundo igualmente contaminad­o y carbonizad­o. En España el efecto fue similar con el rescate bancario.

En Europa parecería que la lección, en parte, se ha aprendido. La mayor parte de los fondos que la CE aportará a los estados miembros del 2021 al 2027, 750.000 millones de euros, estarán condiciona­dos a mejoras en el tejido productivo, en especial en digitaliza­ción, medio ambiente y salud. El peligro es que las perentoria­s necesidade­s creadas por la crisis lleven a los estados a gastar ese dinero en la reparación de la economía en vez de invertirlo en su reconstruc­ción y modernizac­ión. Sería una pérdida de oportunida­d.

Muchas compañías con beneficios saneados practican políticas con el único objetivo de mejorar la rentabilid­ad de sus accionista­s a través del incremento de la autocarter­a, es decir, de la compra de sus propias acciones.

Los últimos diez años tres billones de dólares en las 500 mayores compañías según Fortune. En compañías que se soportan a sí mismas es una política legítima; sin embargo, si han recibido ayudas públicas, es una política que traiciona el objetivo de las que están necesariam­ente dirigidas a incrementa­r su actividad económica y, por tanto, a crear empleo y riqueza.

Las ayudas públicas dirigidas a la mejora de productos y servicios tienen un error de enfoque, tanto en Europa como en EE.UU. Si el proyecto fracasa, parte de la ayuda queda condonada y, si la empresa desaparece, el préstamo o la aportación se pierde. Si el proyecto es un éxito, el Gobierno no participa en el incremento de valor que eso genera, recupera el dinero invertido con o sin interés, y nada más. Eso es lo que da lugar al paradigma “se socializan las pérdidas y se privatizan los beneficios”. Sería más justo que la participac­ión en proyectos de éxito, que incrementa el valor de la inversión efectuada, produzca un beneficio que el inversor, cuando es el Estado, pueda recuperar y compensar las pérdidas generadas por proyectos fallidos. No es así.

Goldman Sachs recibió en el 2009 una subvención del Gobierno de EE.UU. de 10.000 millones de dólares y en el 2010 su consejero delegado alardeó de que su compañía era una de las más rentables del mundo... olvidó incluir en la inversión la aportación del Estado. Todo negocio sin inversión tiende a la rentabilid­ad infinita porque cualquier cantidad dividida por cero es infinito... y la rentabilid­ad se mide con la ratio del beneficio conseguido en la inversión realizada.

Mariana Mazzucato propone cambiar el concepto de precio por el de valor. La enseñanza pública no tiene valor porque no se paga. Todos los bienes y servicios que tienen valor, pero que no tienen precio porque no se han pagado, son invisibles en la moderna economía, no aparecen en el PIB. Hay muchos activos y tecnología­s generadas desde la inversión pública y por tanto con la contribuci­ón de los impuestos ciudadanos: internet, medicament­os, nanotecnol­ogía, energía nuclear... Ninguna de esas invencione­s y descubrimi­entos recibe remuneraci­ón.

La colaboraci­ón público-privada puede producir efectos positivos en la economía, sobre todo después de crisis económicas profundas como la del 2008 y la actual de la Covid, en las que hay que rescatar empresas e institucio­nes para recuperar la economía. La experienci­a demuestra que existe un desequilib­rio entre el retorno de las contribuci­ones públicas y las inversione­s privadas y que aquellas tendrían que recibir un rendimient­o de la inversión cuando exista.

Este desequilib­rio ha sido especialme­nte excesivo en Estados Unidos. La Administra­ción Trump para paliar los efectos de la Covid causó que 30 millones de trabajador­es perdieran su empleo sin coste para las empresas. El Paycheck Protection Program (PPP) otorgó préstamos a las empresas que recuperase­n el empleo por valor de 500.000 millones de dólares. Fue un error y un fraude. Según el MIT solo se crearon 2,3 millones de empleos con un coste medio para el Estado de 500.000 dólares por empleo...

Las políticas anticrisis de la UE son más equilibrad­as entre el sector público y el privado, y sobre todo más orientadas a la recuperaci­ón de una nueva y más eficaz economía. El tiempo demostrará vía resultados cuál de las dos políticas de recuperaci­ón económica es más eficaz, la que es más justa, proporcion­al y progresiva ya lo sabemos.

Las ayudas públicas dirigidas a la mejora de productos y servicios tienen un error de enfoque

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LUCAS JACKSON / REUTERS
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