La Vanguardia

Me gusta el juez Guevara: no tiene don de gentes

- Joaquín Luna

Vaya por delante que el juez Alfonso Guevara me empieza a caer bien: no tiene don de gentes. Lo sabe y lo admite. ¿Desde cuándo un buen juez tiene que dar bien ante las cámaras, tragar desplantes de los abogados o admitir todo folio que le presentan?

El juez Guevara tiene malas pulgas y es de los que no les gusta que les tomen por el pito del sereno. ¿Se iría uno de copas? Usted no, acaso yo sí porque es colchonero hasta la médula y fumador empedernid­o, cualidades propias de elegidos, de Joaquín Sabina y de gente de otros tiempos. Y, sobre todo, me gustaría si yo fuese un acusado sin pasta.

La Audiencia Nacional juzga si tres individuos formaban una célula yihadista y no una asociación de amigos de El Fary. Todos recordamos los hechos de agosto del 2017. Y la responsabi­lidad de Guevara es impedir que la vista se convierta en un hemiciclo de excelente relación calidad-precio para las coberturas televisiva­s.

Naturalmen­te, el magistrado tiene todas las de perder en el terreno de los manuales de buena educación y la opinión pública, donde se lleva la moda de quedar bien o entre quienes se emperran en que no hay Estado de derecho –en algunas comunidade­s ni siquiera de hecho– y

España es tercermund­ista. Date por jodido, Alfonso Guevara.

Si uno repasa la trayectori­a del juez, destaca el arresto de Pedro José Ramírez en la mismísima Audiencia Nacional un día que pasaba por allí después de pasarse no por allí sino por la entrepiern­a tres citaciones del propio juez. O que juzgase a Lola Flores y Pilar Miró, impartiend­o sentencias que denotan que es de los que no se casan con nadie.

“No tengo don de gentes”, admitió en el 2015 en la publicació­n Confilegal.

Que un juez carezca de don de gentes no debería constituir escándalo, conviene más –puestos a no ser divinos– que tenga un sentido exigente del oficio, cosa que la trayectori­a de Guevara acredita aunque le falten asesores de imagen, mano izquierda o modales de primera línea de costa con vistas al mar.

Tal y como está el panorama político y dando por descontado que los atentados yihadistas fueron orquestado­s por Madrid, resulta anecdótico que Alfonso Guevara sea antipático, desabrido o discípulo de Juan Carlos Lorenzo, míster del Atlético cuyas tácticas eran de juzgado de guardia. Me gusta que recuerde a ciertos activistas que “si ahora es moda no respetar las institucio­nes, aquí se respetan”.

El juez tiene malas pulgas, pero si yo fuese un acusado, me gustaría tenerlo

enfrente

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