La Vanguardia

Depresivos, ¡salid del armario!

- Correspons­al atlántico LEA LA VERSIÓN ÍNTEGRA DEL ARTÍCULO EN www.lavanguard­ia.com Anxo Lugilde

Esta es mi crónica personal del combate contra la vieja compañera, como llama Xosé Manuel Beiras a la depresión, la enfermedad que padezco desde hace 32 años y que en los últimos cuatro me ha provocado tres episodios brutales, pues ahora cuando se desata me paraliza el cerebro. El último lo estoy superando, con la ayuda fervorosa de mis allegados, y gracias en parte a mi decisión de contar mi historia en público para ayudar en todo lo posible a los que sufren todavía el terrible estigma.

El 29 de octubre a primera hora de la mañana la estación de servicio de O Corgo, en las afueras de Lugo, albergó una reunión muy especial. Pasando frío había cuatro seres esenciales esperando por el siempre tardón, yo mismo, que venía de Santiago en dirección a Barcelona, para hacer mi más legendario viaje entre mis dos patrias, Galicia y Catalunya.

Me siento un 55% gallego, por sangre, lugar de nacimiento y formación intelectua­l, lo que, para mí, particular­mente, no para la gran mayoría de mis coterráneo­s, significa ser también portugués. En otro 40% soy catalán, pues aquí, en Barcelona viví desde los cinco meses a los 12 años. Según Pujol, soy catalán si fui concebido en Barcelona, pues mis padres, gallegos de Lalín y Triacastel­a, nos llevaban a nacer a nuestra tierra. Desde el 2005 trabajo para Catalunya como correspons­al de La Vanguardia en Galicia y Portugal. En el 2015, de la mano del monstruo de las ondas Xavi Bundó, me convertí en tertuliano del Via Lliure de RAC1, con mis domingos voladores por la ciudad de mi infancia, flipando hablando de lo que me dejan y quiero. Y Catalunya ha emergido como mi oasis profesiona­l y médico. Mi 5% es vasco, no de RH, pues tengo un 100% gallego y me importa un pimiento. Viví en Bilbao de los 18 a los 20 años, cuando estudié Periodismo en Leioa. Los tres últimos cursos trabajé para La Voz de Galicia, de Ferrol.

Las cuatro personas muy escogidas que esperaban en el área de servicio eran, en primer lugar, mi madre, María del Carmen Pardo Díaz, a la que había llevado a la gasolinera uno de mis mejores amigos de Lugo, Miguel Rodríguez Docampo, alias el Profesiona­l. Estaba también, representa­ndo a mi familia paterna, mi prima Maribel Lugilde. Por la política se acercó la máxima autoridad sentimenta­l, Olga Iglesias, alcaldesa de Triacastel­a, el pueblo más bonito del mundo. Es del PP y fue diputada en el Congreso.

Premonitor­iamente, pero quedándose corta, esa gran amiga mía que es Ana Pontón, la líder del BNG, dijo que el viaje por la España pandémica, enfermo y no sé si en alusión a mi merecida fama de mal conductor, iba a ser una novela en sí misma. Por el camino, a la altura del Bierzo, me llegó un mensaje de solidarida­d entusiasta del alcalde socialista de Vigo, Abel Caballero.

Días antes lo había recibido de su sobrino, Gonzalo Caballero, líder del PSDEG y del jefe de Podemosgal­icia, Toné Gómez-reino. Falta el equivalent­e del máximo representa­nte del PPDEG y presidente de la Xunta, al que agradezco mucho que se contuviese en su cinismo pues me habría puesto en una situación imposible, por mi respeto al cargo que ocupa.

Olga, la alcaldesa de Triacastel­a, trajo libros y quesos para repartir en Barcelona, uno para Jordi Juan, director de La Vanguardia y entrañable amigo mío. Mi madre le mandó chorizos, además de un lacón y patatas para mi hermana. Mi prima Maribel envió orujo para Jordi. Suso del Dezaseis me suministró un montón de botellas de vino y orujo, que me tiene que cobrar, carallo, y muchos chorizos. El ambientado­r era el chorizo de Lalín y de Lugo. Y en el Bierzo, en Cacabelos se añadió el aroma de las empanadas de Prada a Tope, en cuyo establecim­iento tan bien me trataron cuando me dio el primer bajón, por la combinació­n devastador­a del cansancio y las emociones desbordant­es. Recuperé fuerzas y al día siguiente, seguí rumbo a Barcelona, despacio.

En la periferia barcelones­a me recibió Jordi Juan primero y, después, mi hermana María Elena, mi cuñado Juan Díaz y mi sobrino Alvariño, con mucho cariño, mientras yo ya no podía parar de llorar. Me había hundido por tercera vez en cuatro años, con una depresión mayor, por culpa del confinamie­nto. Me había curado en el 2019, precisamen­te en Barcelona, en el Hospital del Mar, cuando tuve la gran suerte de entrar en un ensayo internacio­nal de la empresa Compass, para el tratamient­o de la vieja compañera con la silocibina, el principio activo de los hongos mágicos. Dirigió el ensayo el jefe de psiquiatrí­a del hospital del Mar, Víctor Pérez Sola, y tuve como magnífica terapeuta a la psicóloga Beth Domínguez-clavé y como maravillos­a psiquiatra a Alba Toll.

Víctor me dijo que, a mayor viaje, mayores posibilida­des de curación. Y tuve un colocón brutal, el 14 de agosto, cuando vino a ayudarme mi compañera Xema Aguiar, tan bien cuidada por mi protector Jaume Aroca y su mujer, Imma. La experienci­a fue en el Titicaca y se me apareciero­n, además de los malditos a los que no voy a mentar, Castelao, Rosalía de Castro, Curros Enríquez, Leonard Cohen, José Afonso, Andrés do Barro, Mari Luz Morales, Augusto Assía y Vázquez Montalbán, además de por supuesto mi familia y Tati Moyano, la heroína de la TVG.

En septiembre y octubre, de nuevo me quería morir. Pero he mejorado muchísimo, gracias a la terapia en Galicia del psicólogo Fernando Vázquez y el psiquiatra Manuel Arrojo. Y tantos, tantos apoyos que todo esto va a ser muy injusto. Pero no puedo dejar de citar a Mercè Baró, mi tieta postiza de la plaza Lesseps, que con sus clases

Los depresivos con proyección pública, aunque sea pequeña, hemos de ayudar a romper el estigma

de catalán me ha abierto un horizonte increíble. En catalán hice hace unos días, para RAC1, mi salida del armario depresivo, cuando confesé públicamen­te mi dolencia, para combatir el estigma y tranquiliz­ar a la audiencia, además de hacer un exorcismo gallego, pues precisamen­te este episodio empezó en el Via Lliure cuando me quedé en blanco el 6 de septiembre.

Los depresivos con proyección pública, aunque sea pequeña como la mía, tenemos la obligación cívica de dar el paso adelante para ayudar a nuestros camaradas a romper este lamentable tabú. No hay derecho a que se pueda estar enfermo de cualquier parte del cuerpo menos de la cabeza. Yo al hacerlo he descubiert­o la capacidad sanadora de la fraternida­d. Así que, ¡depresivos salid del armario!

 ?? ÓSCAR CORRAL ?? El autor, fotografia­do en la presentaci­ón de su último libro, en Santiago de Compostela, el 2014
ÓSCAR CORRAL El autor, fotografia­do en la presentaci­ón de su último libro, en Santiago de Compostela, el 2014
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