Mateo Díez, Nacional de las Letras por la humanidad de su obra
El escritor y académico de la RAE Luis Mateo Díez Rodríguez (Villablino, León, 1942) recibió ayer el Premio Nacional de las Letras Españolas de este año por la humanidad de su obra, así como por “su singularidad en diversos géneros, especialmente como narrador”. Y también por su condición de heredero y transmisor de “la cultura oral en la que nació y de la que ha registrado su progresiva desaparición”, indicó el jurado presidido por la directora general del Libro y Fomento de la Lectura, María José Gálvez Salvador.
Pero el galardón, otorgado por el Ministerio de Cultura y con una dotación económica de 40.000 euros, viene ante todo a distinguir la “preocupación constante por la dimensión moral del ser humano” que Mateo Díez muestra en sus libros, caracterizados por “una técnica y un lenguaje poético de extraordinaria riqueza”.
El escritor aseguró al recibir la noticia que, como le ocurre siempre que le dan un premio, él entiende este tipo de distinciones como un reconocimiento de los lectores. De sus narraciones recordó que discurren por la senda de un “realismo irrealista” marcado por el misterio y el humor. Y en cuanto a la literatura en general señaló que la considera como “un refugio” a la vez que como “un espejo para comprenderse a uno mismo y entender la condición humana”
El Nacional de las Letras honra el conjunto de la labor literaria de un autor o autora cuya obra, en cualquiera de las lenguas españolas, merezca verse como parte ineludible de “la literatura actual” del país.
Después de unos tímidos inicios en la poesía, Mateo Díez empezó a cultivar la narrativa con el libro de cuentos Memorial de hierbas, publicado en 1973. Su primera novela, Las estaciones provinciales, se hizo esperar casi un decenio, hasta 1982. Y entonces el autor ya no abandonó el género.
El éxito y los reconocimientos le llegaron definitivamente en 1986 con La fuente de la edad, novela con la que conquistó tanto el Premio Nacional de Narrativa como el de la Crítica: un doblete que repitió en 1999 con La ruina del cielo. Esta última transcurre en una de sus “ciudades de sombra”, la mítica y áspera Celama, territorio simbólico a través del cual retrata la extinción del mundo rural. Celama es el escenario de otras dos novelas, El espíritu del páramo (1996) y El oscurecer (2002), con las que La ruina de cielo forma trilogía.
Otra obra destacada del escritor es la más reciente La cabeza en llamas (2012), formada por cuatro relatos: el que da título al libro más Luz del Amberes, Contemplación de la desgracia y Vidas de insecto.
El jurado reconoce al autor como heredero y transmisor de una cultura oral ya en vías de desaparición