La Vanguardia

EL ARQUITECTO DEL BREXIT SALTA DEL BARCO

Dominic Cummings, principal asesor de Boris Johnson, abandonará el barco

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Dominic Cummings, arquitecto del Brexit y hasta ahora brazo derecho de Boris Johnson en el Gobierno británico, ha decidido irse antes de que le echen. Cummings, que propugnaba un Brexit duro, protagoniz­ó ayer una aparatosa puesta en escena abandonand­o el 10 de Downing Street con una caja en la que supuestame­nte viajaban sus pertenenci­as.

Un croquis de los distintos despachos del número 10 de Downing Street se parece a un mapa de la Alemania medieval, una sucesión de condados, ducados, principado­s y obispados que compiten entre sí como centros de poder de una manera caótica. Y por si el desorden no fuera suficiente en el camarote de los hermanos Marx que es la política británica bajo el reinado de Boris Johnson, ahora encima ha aparecido la figura de su novia, Carrie Symonds, en el papel de Lady Macbeth. Dominic Cummings, el principal asesor del primer ministro y conocido como el Rasputin de la Administra­ción, ha decidido marcharse por voluntad propia antes de que le claven un puñal y tiren su cuerpo al río Neva (en este caso, al Támesis).

El primer ministro, Boris Johnson, temeroso de un golpe de Estado como el que le impulsó a él al poder, valora la lealtad por encima de cualquier otra cosa, y se ha rodeado de mediocres (en el Gabinete y en su círculo de asesores) para minimizar el riesgo de una revuelta contra su persona. Pero ni aún así ha conseguido esa sumisión al líder al estilo norcoreano que tanto anhela. La falta de brillantez en el entorno de Downing Street no significa falta de ambición, y la lucha por la influencia entre las distintas facciones ha estallado ahora que es inminente el final (con éxito o fracaso) de las negociacio­nes del Brexit. Los leavers radicales, a quienes no les va a gustar el eventual compromiso, buscan esa puerta de salida que tanto le cuesta encontrar a Donald Trump.

Cuando dentro de una semana Londres y Bruselas anuncien que hay fumata blanca, o no la hay, en la elusiva búsqueda de un acuerdo comercial, comenzará una nueva y difícil etapa de la política del Reino Unido, y Johnson pensó que este era un buen momento para tener un jefe de gabinete, figura establecid­a por Tony Blair y que combina las funciones de principal asesor político y de comunicaci­ones. Y decidió premiar a Lee Cain (el apellido lo dice todo), un exreporter­o de la prensa amarillist­a que siguió a David Cameron durante la campaña del 2010 disfrazado de pollo, brexiter duro que jugó un papel decisivo en la salida de la UE, y dirigió de facto el país cuando el líder estaba enfermo en la uci. Dominic Cummings, la figura siniestra que ha estado moviendo con sus algoritmos los hilos de la agenda radical del premier, estaba encantado, lo mismo que el ministro Michael Gove, filósofo de la Administra­ción.

Pero la idea johnsonian­a de reforzar al ala más antieurope­a, dogmática, revolucion­aria y fan de la creación destructiv­a, que ataca a los juemaba ces, a la BBC, al funcionari­ado civil y a todas las institucio­nes en general, justo cuando el Brexit va a quedar sentenciad­o, se ha encontrado con la oposición de un lobby interno con el que nadie contaba, liderado por dos mujeres: Carrie Symonds, la novia del primer ministro y madre de su último hijo, y Allegra Stratton, la portavoz de Downing Street. Esta facción, apoyada por el exministro de Economía Sajid Javid, considera que es hora de desacelera­r la revolución en marcha, buscar consensos para superar la morrocotud­a crisis económica que se viene encima, dejar de crearse enemigos y tender puentes con una prensa que se siente ninguneada (la informació­n es dada en exclusiva a los medios afines).

Johnson ya había ofrecido el puesto de jefe de gabinete a Cain cuando Symonds y Stratton intervinie­ron para decirle que no era la persona adecuada. El interesado ha dimitido del cargo que tenía como director de comunicaci­ones, y Cummings, arquitecto del Brexit y hasta ahora todopodero­so, se ha enrabietad­o tanto que ha dicho que se marchará antes de Navidad, “porque esa siempre fue la idea” (en realidad, tenía demasiados enemigos). Todo en medio del caos de la pandemia, con el Reino Unido convertido en el primer país europeo que oficialmen­te registra más de cincuenta mil muertos por la Covid-19, una estrategia sanitaria desastrosa y la creciente desconfian­za de los ciudadanos en sus gobernante­s.

El aparato de Downing Street no es una maquinaria bien engrasada, sino un operativo amateur que funciona a base de rencillas e inquinas personales, y cuyos integrante­s se comportan como agentes de la antigua Stasi de la Alemania del Este. El equipo de Cummings, del que forparte Lee Cain, es conocido por su particular brutalidad, la difusión de rumores, con frecuencia falsos, y la saña a la hora de eliminar a los “enemigos”.

Carrie Symonds, no hay llevarse a engaño, es también una fanática del Brexit y una ultraconse­rvadora. Pero piensa que la comunicaci­ón del Gobierno durante la pandemia (prometiend­o soluciones milagrosas que nunca llegan) ha sido un desastre, que es necesario suavizar el tono –más aún con Joseph Biden en la Casa Blanca– y aportar algo más de diversidad al equipo que rodea a su novio, porque sólo le dice lo que quiere oír. Todos los pesos pesados del Partido Conservado­r más o menos eurófilos fueron purgados en su día por Johnson. Lo suyo es hablar de sueños delirantes, soberanía pura, utopías fantástica­s, grandes victorias y proyectos grandilocu­entes, no de cifras de infectados, declaracio­nes

Carrie Symonds, la novia de Johnson, ha adoptado el papel de una Lady Macbeth moderna y más benigna

La victoria de Biden ha debilitado al sector duro, que aún se resiste a hacer concesione­s a la Unión Europea

de aduanas y certificad­os de origen,que es lo que le ha tocado en la tómbola.

Johnson, perezoso, un zorro disfrazado de osito de peluche, tiene mayor radio de acción intelectua­l que Trump, gustos más sofisticad­os y multicultu­rales, pero la misma personalid­ad de pequeño tirano, el ansia de poder y necesidad de protagonis­mo, aunque sin la coherencia para reorganiza­r de verdad la sociedad. Confía en la vacuna para salir del atolladero, y tal vez tenga suerte. Pero Downing Street es un reino de taifas, el Partido Conservado­r lo ve cada vez más como un personaje insustanci­al, bueno para ganar elecciones y referéndum­s pero no para gobernar, y alrededor de un centenar de diputados tories se resisten a los confinamie­ntos y crecientes recortes de libertades.

Lady Macbeth, más ambiciosa y cruel aún que su marido, lo manipula para que mate a Duncan, y lamenta (en un debate muy actual sobre género y poder) no poder ser ella quien lo haga. Se siente un alma masculina dentro de un cuerpo femenino. Lady Symonds es una versión mucho más benigna y contemporá­nea del personaje shakespear­iano, pero dispuesta a utilizar su influencia para marcar el curso del Gobierno y moverlo en la dirección que quiere. En vez de dejarse seducir por Rasputin como la zarina Alejandra, ha conspirado hasta conseguir que abandone la corte.

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HOLLIE ADAMS
 ?? HOLLIE ADAMS / BLOOMBERG L.P. LIMITED PARTNERSHI­P ?? Dominic Cummings abandonand­o Downing Street con una caja de cartón en la mano, ayer tarde
HOLLIE ADAMS / BLOOMBERG L.P. LIMITED PARTNERSHI­P Dominic Cummings abandonand­o Downing Street con una caja de cartón en la mano, ayer tarde

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