La Vanguardia

Una primera dama con la lección aprendida

La esposa de Joe Biden, ex segunda dama de EE.UU., piensa seguir dando clase en una universida­d pública cuando se instale en la Casa Blanca

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al JILL BIDEN

Cuando el próximo 20 de enero, salvo contratiem­pos, Joe Biden jure su cargo como 46.º presidente de Estados Unidos, difícilmen­te los alumnos de su esposa, Jill Biden, la verán en la tele y se sorprender­án al descubrir allí a su profesora de lengua como ocurrió cuando en el 2009, su trabajo como vicepresid­ente la convirtió en la segunda dama del país.

Pero “Dr. B”, como prefiere que la llamen, tiene pensado seguir haciendo lo mismo que entonces: compaginar sus responsabi­lidades oficiales –ahora, en la Casa Blanca– con su trabajo en el college público a las afueras de Washington. Cuando haga falta, se cambiará de ropa y se pondrá los tacones en los lavabos de profesores para irse corriendo a una cena o acto oficial, como tantas veces ha hecho ya. O se llevará una pila de exámenes en sus viajes. “¡Siempre se me olvida que tiene un trabajo de verdad!”, contaba Michelle Obama recordando su sorpresa al verla corrigiend­o tests durante el vuelo cuando iban a encontrars­e con familias de militares.

Nacida en Nueva Jersey en 1951, Jill Tracy Jacobs (su padre americaniz­ó el apellido de su abuelo, Giacoppo) es la mayor de cinco hermanas criadas a las afueras de Filadelfia (Pensilvani­a). Fue una adolescent­e “ligerament­e rebelde”, dice. Su madre era ama de casa y su padre, empleado de banca. Rezaba para, de mayor, tener un matrimonio como el suyo pero su primer intento no funcionó. Se casó en el último curso de la universida­d pero a los cuatro años se divorció.

“¿De dónde has sacado mi número?”, es lo primero que preguntó al senador Joe Biden cuando éste la llamó para pedirle una cita en 1975. Jill había hecho algún trabajo como modelo y fue su hermano, que la conocía, quien le consiguió el teléfono. Se fueron al cine y la dejó en casa tras apretarle la mano. “¡Al fin he encontrado un caballero!”, dijo a su madre al teléfono esa madrugada.

También su vida está marcada por la trágica muerte de la primera esposa de Biden y su hija de 18 meses, ocurrida en 1972 en un accidente de tráfico. Los chicos, Beau y Hunter, sobrevivie­ron. Jill se enamoró de ellos y ellos de ella. “Papá, creo que tenemos que casarnos con Jill”, le dijeron un día en el baño. En realidad, Biden ya se lo había propuesto pero solo al quinto intento tuvo éxito. “Tenía que estar segura de que el matrimonio iba a funcionar y los niños no iban a perder una madre por segunda vez”, aduce ella.

Se casaron en 1977. Cuatro años después nació su hija Ashley. La familia siguió viviendo en Wilmington (Delaware) mientras el senador iba y venía de la capital a diario. Se reconoce en todos sus hijos, biológicos o no. Mientras los criaba, dio clases de lengua en un instituto de la ciudad (“Creo que es importante que las mujeres tengan sus propios ingresos y sean independie­ntes”, dijo a la CBS en el 2009) y se sacó dos másters y un doctorado en pedagogía, de ahí el título de “Dr. B”.

Se tiene por introverti­da pero es una gran narradora. En la presentaci­ón de su libro Where The Light Enters en abril del 2019 en Washington hizo pasar de las lágrimas a las carcajadas a la audiencia al hablar de cómo gracias al amor la nueva familia integró en sus vidas el recuerdo de la madre muerta y cómo las peleas con su hija adolescent­e la llevaron a empezar a correr. “Discutimos tanto que me convertí en corredora de maratones”, reía, contagiand­o al auditorio, con su marido y su hija en primera línea.

La muerte de Beau, un prometedor político, a los 49 años víctima de un cáncer cerebral, volvió a dar un giro trágico a sus vidas en el 2015. El vicepresid­ente se sintió sin fuerzas para lanzar otro intento de llegar a la Casa Blanca (ya compitió en las primarias demócratas en 1988 y en el 2008) pero la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca le convenció para hacerlo. Jill Biden se ha volcado totalmente en su campaña.

Su don de gentes y calidez cautivan a la audiencia americana. Pero “Dr. B” sigue llevando dentro a la chica de Filadelfia que un día dio un puñetazo en la cara a un chaval que martirizab­a a una de sus hermanas. En febrero, cuando Joe Biden ganó las primarias de Carolina del Sur y varias activistas irrumpiero­n en el escenario, Jill se las quitó de encima en segundos protegiend­o con movimiento­s rápidos y certeros a su marido. “La lealtad es muy importante para mí”, dice. Muy proteccion­ista hacia su familia, ha llevado mal las críticas a su hijo Hunter por aceptar un empleo en una gasística ucraniana en el 2016.

Sus nietas la definen como una abuela activa y sorprenden­te, capaz de levantarla­s a las cinco de la mañana por sorpresa para ir a hacer deporte. Entre sus exalumnos, hay quienes la adoran y quienes no la aconsejan pero todos la señalan como una profesora estricta a la hora de dar puntos. En unos meses, cuando se convierta en la primera dama, serán los estadounid­enses quienes le pongan nota.

Ninguna otra ha tenido un trabajo propio fuera de la Casa Blanca pero por su pasado como segunda dama llega con parte de la lección aprendida. Tiene la ventaja de que la definición de su cargo es tan vaga que le permitirá hacer confluir sus intereses personales con uno de los temas que más preocupa al su país, la educación, ya que gran parte de las escuelas públicas siguen cerradas por la pandemia.

“¡Educadores, vais a tener a uno de los vuestros en la Casa Blanca!”, celebra el presidente electo. O “el marido de Jill Biden”, como le gusta presentars­e.

Profesora de lengua, Jill Biden es una narradora nata con fama de estricta a la hora de poner notas

 ?? JIM WATSON / AFP ?? Jill Biden, en un mitin con formato de drive-in, cada asistente dentro de su coche, en el que intervenía antes que su marido en Pittsburgh (Pensilvani­a), el 2 de noviembre
JIM WATSON / AFP Jill Biden, en un mitin con formato de drive-in, cada asistente dentro de su coche, en el que intervenía antes que su marido en Pittsburgh (Pensilvani­a), el 2 de noviembre

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