La Vanguardia

Martillos y destornill­adores

- Flavia Company

En una de mis más recientes clases de escritura literaria –en línea, claro; cuánto echo de menos los encuentros presencial­es– estaba intentando encontrar el modo de explicarle a una querida alumna la importanci­a de elegir la voz narrativa adecuada para relatar la historia que se tiene entre manos. Claro está que no es lo mismo la tercera persona que la segunda o la primera y que solo una de ellas es la óptima. Tanto para quien cuenta como para quien lee.

Buscaba por lo tanto una metáfora que diera idea del daño irreparabl­e que puede ocasionar una opción equivocada, de lo inútil que se puede revelar una elección negligente. Se me ocurrió entonces proponerle que imaginara que el contenido narrativo era un clavo. O un tornillo. Si aplicaba al clavo un destornill­ador, la historia se quedaría sin contar, sin entrar en su espacio, sin abrirlo, eterna en su antesala. Si por el contrario decidía dar martillazo­s a un tornillo, tal vez conseguirí­a introducir­lo en el lugar correspond­iente, sí, pero nada funcionarí­a como es debido, no habría espirales sino agujero, al margen de que lo aplastaría y de que correría incluso el riesgo de romperlo.

La dificultad, claro, estriba en saber si lo que nos ocupa es tornillo o clavo, si cabeza de estrella o plano, si de hierro o madera, si corto o largo, pero estos saberes exceden por completo la capacidad de lo que puede enseñarse. Existen conocimien­tos objetivos e imprescind­ibles que se pueden transmitir, pero el instinto, tan necesario en el arte, es de cosecha propia.

Lo mismo que ocurre en la vida, que es también un relato y en donde solo la intuición puede salvarnos de crearla con la voz narrativa equivocada, es decir, la de otros, la que convierte a una bailarina de vocación en una abogada de oficio, a un arquitecto de alma en el directivo principal de la empresa inmobiliar­ia heredada de sus progenitor­es, a una persona homosexual en la presa de un matrimonio heterosexu­al, a empedernid­os sedentario­s en turistas que viajan para presumir de sus fotos, a quienes jamás desearon tener hijos en padres y madres esclavizad­os por la culpa, a carnívoros en veganos y a veganos en carnívoros, a necesitado­s en ladrones y a enfermos mentales en proscritos. La voz narrativa adecuada, la óptima; esa es la clave de la vida. Y de la literatura.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain