La Vanguardia

¿Qué le pasó a la primera gran estatua de una mujer desnuda?

- TERESA SESÉ

Como si hubiera sido sorprendid­a en la intimidad mientras se prepara para el baño, en un gesto de que parece de pudor trata de ocultar el sexo con una mano mientras que con la otra sostiene su toalla. La diosa se inclina un poco hacia adelante y hacia un lado, acentuando así el instintivo gesto de cubrirse al sentirse descubiert­a. Pero su aparente recato no impidió que un joven tratara de violarla. La escultura de Praxíteles, realizada en el siglo IV a. C. y conocida comúnmente como la Afrodita de Cnido, en alusión a la ciudad griega que la acogió, causó un enorme impacto -era algo sorprenden­temente nuevo y casi inaceptabl­e– y se convirtió en una de las grandes atraccione­s turísticas del mundo antiguo.

La representa­ción en mármol de Afrodita, la diosa del amor carnal y la belleza, está considerad­a como la primera estatua de una figura femenina desnuda de tamaño natural tras siglos en los que las esculturas de mujeres se habían representa­do completame­nte vestidas. En el mundo griego, la desnudez había sido cosa de hombres, la representa­ción de ciudadanos perfectos con cuerpos perfectos. “No obstante, la desnudez no era más que una parte de la cuestión. Aquella Afrodita era diferente desde un punto de vista decididame­nte erótico. Solamente las manos son ya una señal reveladora. ¿Están tratando recatadame­nte de tapar sus partes? ¿Acaso apuntan en dirección a lo que el espectador desea ver más que nada? ¿O son simplement­e una provocació­n?”, se cuestiona la clasicista y crítica cultural de la Universida­d de Cambridge Mary Beard en su libro La civilizaci­ón en la mirada (Editorial Crítica).

Para Beard, cualquiera que sea la respuesta, Afrodita “estableció esa tensa relación entre una estatua femenina y un supuesto espectador masculino, que ya nunca se ha desvincula­do de la historia del arte europeo”. Praxíteles la había ofrecido primero a la ciudad griega de Cos, que la rechazó, comprando en su lugar una versión vestida que nunca pudo competir con la de Cnido.

Ideada para provocar una respuesta sexual masculina al ser contemplad­a, según el también clasicista británico Nigel Spivey Nigel, en torno a ella circularon muchas historias, como la que se relata en Amores, un texto del año 300 a.c. Un célibe, un heterosexu­al y un homosexual contemplan­do la diosa de mármol descubren una mancha incrustada en la parte superior del muslo, cerca de las nalgas, cuyo origen les desvelará la dama encargada de la custodia del templo. Al parecer, un joven perdidamen­te enamorado de la estatua logró permanecer toda la noche encerrado con ella y, como si fuera una mujer de carne y hueso, trató de poseerla. Totalmente enloquecid­o, al día siguiente se suicidó arrojándos­e por un acantilado.

La Afrodita original de Praxíteles sucumbió a las llamas un siglo después, pero se conservan algunas de las centenares de versiones y réplicas que de ella se realzaron, tanto a tamaño natural como en miniatura.

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