La Vanguardia

Una burbuja dentro de la burbuja

Joan Mir se aísla totalmente siguiendo un protocolo más riguroso para minimizar el riesgo de contagio

- TONI LÓPEZ JORDÀ

Que se acabe ya! Estamos todos hasta el gorro...”, desliza el jefe de prensa de un equipo de Motogp. El paddock del Mundial llega a la recta final del campeonato con las baterías justas, pero sobre todo con una sensación de hartazgo de tanto confinamie­nto, restriccio­nes e inmovilida­d preventiva. Entre las dos carreras de València, del domingo pasado hasta el jueves, Dorna y la mayoría de equipos ordenaron toque de queda –o de permanenci­a en el circuito–, sin dejar a sus empleados regresar a sus casas tres días, para minimizar el riesgo de contagios... Una prudencia extrema que se ha agudizado estas últimas semanas, sobre todo en Suzuki y en Joan Mir, que se juegan la corona y no quieren sustos.

“Cada vez intento tomar más medidas, ser un poco más responsabl­e y minimizar los riesgos de contagio”, admite Mir, que sigue a pies juntillas las restriccio­nes adoptadas por Suzuki, así como un protocolo más riguroso, específico para él y su círculo de confianza, realizado con el asesoramie­nto del hospital Clínic de Barcelona.

“No nos la podíamos jugar por una tontería”, justifican en el entorno del piloto. “Siempre se filtra algún positivo... Mira Yamaha la anterior semana (el viernes pasado): cinco positivos del equipo se fueron a casa”.

Así que el plan anti-covid-19 diseñado para Mir consiste en crear una burbuja dentro de la burbuja que ya es el paddock, para así proteger al máximo al piloto mallorquín, que está prácticame­nte aislado del mundo. El objetivo es reducir a casi cero sus relaciones sociales, sus contactos en público y en sus desplazami­entos. Así, por ejemplo, fuera del circuito, Joan sigue en régimen de aislamient­o en su domicilio de Andorra, donde solo convive con su novia, Alejandra, la hermana de esta, Claudia, y su mecánico, Juan García, que tiene prohibido relacionar­se con otras personas y debe someterse a continuos PCR.

Fuera de la burbuja doméstica, en Andorra solo sale a pasear por el campo a sus tres perros, Dakota, Kirby y Bruno, y a entrenarse donde no hay gente. Y para desplazars­e al circuito lo hace en coche con su mánager, Paco Sánchez –previo “doble check” antes de verse con él, con test de antígenos y PCR–. Evita los transporte­s públicos, restaurant­es y tiendas.

En el circuito, el plan anti-covid se recrudece. Suzuki es uno de los equipos “más susceptibl­es, que toman más medidas”, aseguran desde Dorna. Además del gel desinfecta­nte en los accesos al box, camiones y dependenci­as, además de las mascarilla­s y pantallas obligatori­as, además de las máquinas purificado­ras de aire en el garaje, es el único equipo que envía a sus pilotos al set de entrevista­s con las mascarilla­s puestas. Los pilotos de otros equipos van a cara descubiert­a.

Suzuki también ha establecid­o que los contactos presencial­es se reduzcan a la mínima expresión entre los 36 trabajador­es desplazado­s a Cheste. Así lo explicaba Mir a La Vanguardia: “Intento hacerlo todo vía telemática y no estar en contacto con mucha gente del equipo. En las reuniones en las que en teoría tendría que estar todo el equipo hablando, no estamos todos, nos dividimos. Estamos por un lado una parte del equipo técnico –su ingeniero de pista, Francesco Carchedi, y su ingeniero de datos, Claudio Rainato, con mascarilla­s FPP2 y pantallas–, y conectamos con la otra parte –los ingenieros japoneses de Suzuki, los de neumáticos o los de suspension­es– vía Zoom (por vídeo llamada) para intentar sobre todo minimizar los riesgos de contagio que pueda haber. En Andorra sigo igual y no salgo de casa para nada. Todo lo que se pueda hacer es bienvenido, pero no es seguro”, comenta resignado Mir, que asume que no podrá verse con nadie de cerca al menos hasta que acabe el campeonato.

Para dormir, como la gran mayoría de la parrilla de las tres cilindrada­s, el piloto balear pernocta dentro del circuito, en su motorhome, unas caravanas prémium con todas las comodidade­s, apostadas en un rincón del paddock como si de bungalows se tratase. Solo pueden acceder dos personas próximas a Mir, su mánager Paco, y su asistente y amigo Tomàs Comas. La familia, bien, gracias, se queda en Palma y en Andorra. Ni Joan quiere verlos, ni ellos ponerle en riesgo por un beso de más. Así que de las 10 peticiones que la familia formuló a Dorna para venir a Cheste este domingo, solo 5 tendrán acceso al circuito, con sus preceptivo­s PCR negativos: sus padres, Juan Mir y Ana Mayrata, sus dos hermanos y su novia Alejandra. Solo si ganase el título está previsto que se puedan acercar a saludar al chico.

Desde la organizaci­ón del Mundial, Dorna también estas dos últimas semanas ha dado una vuelta de tuerca a su política preventiva, que de momento le ha dado resultados manteniend­o el coronaviru­s a raya. En los 24.000 tests preventivo­s PCR se han detectado 25 positivos, según datos de Dorna, entre ellos, tres pilotos, Jorge Martín, Valentino Rossi y Ricardo Rossi, además de Iker Lecuona y Tony Arbolino, confinados por contacto. Como el Mundial se cierra el domingo próximo en Portimão, toda la familia de Motogp (1.400 personas) viajará en tres vuelos chárter el lunes y el martes a Portugal.

PROTOCOLO ‘AD PERSONAM’

El plan anti-covid de Mir consiste en reducir al mínimo sus contactos: solo se le acercan 4 o 5 personas

SUZUKI, EL MÁS EXHAUSTIVO

El equipo obliga a sus pilotos a comparecer en sala de prensa y el set de entrevista­s con mascarilla­s

 ?? LLUIS GENE / AFP ?? Joan Mir, junto a su ingeniero de pista Francesco Carchedi, en el box de Suzuki en Cheste
LLUIS GENE / AFP Joan Mir, junto a su ingeniero de pista Francesco Carchedi, en el box de Suzuki en Cheste

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