La Vanguardia

Miguel Gallardo Dibujante

El dibujante retrata con humor en ‘Algo extraño me pasó camino de casa’ su lucha contra un tumor en plena pandemia

- JUSTO BARRANCO

Miguel Gallardo regresa con otra novela gráfica en la que aborda su vida, como ya hizo en María y yo, sobre su hija autista. Esta vez el tema es doloroso: el tumor cerebral del que le han tratado en plena pandemia pero que dibuja con mucho humor.

Todo comenzó con un “dolorcillo tonto” justo antes de la pandemia y ha acabado con una novela gráfica en la que Miguel Gallardo, el dibujante de Makoki, cuenta con humor el viaje a la luna sin casco ni nada que le ha provocado un tumor cerebral. Un glioma que le extrajeron con urgencia en el hospital de Sant Pau poco después del “dolorcillo tonto”, tras ver alarmada su compañera Karin cómo se servía gaseosa sobre la paella o caminaba escorado hacia la izquierda. Salió del hospital... el martes 4 de marzo y en nada medio mundo estaba confinado. Y como Gallardo (Lleida, 1955) se enfrenta a la vida dibujando, como en el popular cómic sobre su hija autista María y yo, publica Algo extraño me pasó camino de casa (Astiberri), en la que aborda de manera divertida su enfermedad y la pandemia.

“No tenía tanto miedo a la muerte como a la incapacida­d; tras la cirugía pensé: ¿podré dibujar, moverme?”

Gallardo se ríe incluso de cómo parece Makoki cuando le ponen los electrodos, y en el “apocalipsi­s vírico” halla un filón. El dibujante sonríe al recordar que en el 2020 quería parar un poco de la vida ajetreada... “Al final ha sido un año extraordin­ario en el que he creado dos novelas gráficas. He hecho lo que quería, seguir dibujando y creando, un buen año pese a todo”, reflexiona.

“Ahora estoy bien, en recuperaci­ón, dejé la quimio y tengo chequeos cada tres meses, pero físicament­e me encuentro bien. Hoy me he ido a bañar al mar, mejor que eso...”, cuenta. Y apunta que “el viaje a la luna ha sido muy raro”. “Aparece eso y no tienes explicació­n. Intentas buscarla y como no hay otro responsabl­e a mano, te echas la culpa. Por suerte haciendo el libro se te quita bastante. Mi forma de enfrentarm­e a todo es dibujar y contar la historia. Que es muy rara, porque salgo del hospital en marzo y nos confinan. De hecho la pandemia también cae encima nuestro sin explicació­n y sin poder hacer nada con ella. Por eso la añadí al libro”.

Que está hecho, dice, “para provocar humor, es como lidio con el drama”, aunque “hubo miedo porque tuve muchas noches para pensar en el hospital, un sitio aséptico, blanco, estás encerrado entre cuatro paredes como si estuvieras en tu cabeza”. “No tenía tanto miedo a la muerte como a la incapacida­d. Mi preocupaci­ón al levantarme fue: ¿podré dibujar, moverme? ¿mi cabeza estará igual tras abrirme la tacontra pa de los sesos? Hacer dos novelas gráficas estos meses ha probado que sí”, ríe. Y recuerda cómo empezó con “un dolorcillo muy tenue”. “Un día fui al parque con mi perra y, sentado en el suelo, tuve dificultad para levantarme. Me asusté. Luego reaccionab­a raro y fuimos a urgencias. Me resistí, pero Karin vio que no era broma. Los primeros días estuve en shock. Ella toma las riendas, hace el ingreso, habla con los médicos. Yo estaba presente pero en otro lado, no podía creer lo que pasaba”.

Ya en el hospital “hacía balance de los pequeños momentos felices de la vida que nos pasan desapercib­idos. Pensaba en cuántos me he perdido y me prometí que si salía de esta estaría más atento a esa felicidad cotidiana de la que ahora nos hemos visto todos privados. Juntarse con amigos, hacer unas risas, ir a un bar, pasear. Todo el mundo se ha visto un poco en mi situación con esta mala película de ciencia ficción”. “Curiosamen­te –dice– no tuve miedo a la pandemia, con lo mío ya era bastante. Tenía un salvocondu­cto para ir a radioterap­ia en Sant Pau e invitaba a mis amigos a acompañarm­e al hospital, el sitio menos seguro del mundo. Y venían. Ha sido tiempo de solidarida­d. Y en el confinamie­nto en Sant Pau no pararon, el personal era increíble, los sanitarios echaron el resto”. Incluso dibuja la máquina donada por Amancio Ortega con la que le trataron. “Salí dispuesto a comprar en Zara. Sea lo que sea él, gracias a esa máquina me han podido tratar”.

los “momentos negros”, dice, “lo más importante ha sido recuperar el humor y las ganas de salir adelante apoyado en las pequeñas cosas cotidianas. Recuperar lo que se pierde con la quimio, el hambre, una metáfora del hambre por la vida. Siempre me ha movido la curiosidad, ir a los sitios, apasionarm­e por todo. Eso desaparece y te has de obligar a dar pasos para recuperarl­o”. Ahora quiere acabar una autobiogra­fía en cómic que retrata el país y los tiempos que le han tocado. Y la semana pasada estuvo con su hija María en Canarias tras un año sin verla. “Es una de las razones que me mantuviero­n alejado de la idea de la muerte, que a veces parece liberadora. María es parte de lo que me ha mantenido aquí”.

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Dos páginas de Algo extraño me pasó camino de casa,
la novela gráfica con la que Miguel Gallardo aborda el tumor y los tratamient­os que ha vivido este año en plena pandemia
Con humor Dos páginas de Algo extraño me pasó camino de casa, la novela gráfica con la que Miguel Gallardo aborda el tumor y los tratamient­os que ha vivido este año en plena pandemia

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