La Vanguardia

¿Qué gran actor usaba uno de los Oscars que ganó como tope de una puerta?

- FERNANDO GARCÍA

Algunas de las preciadas estatuilla­s que Hollywood otorga cada año a los mejores del cine tienen detrás historias gloriosas. Esta de la que hablamos no lo es, salvo si aceptamos “gloriosa” como sinónimo de divertida y singular. El actor que protagoniz­a los hechos alcanzó en Hollywood tal vez menos gloria de que la que merecía. Porque, pese a estar considerad­o como uno de los mejores intérprete­s de la historia del cine, solo ganó dos Oscars: uno por su memorable trabajo en ese peliculón de Elia Kazan que es La ley del silencio, en 1955; y el otro

–que rehusó recoger en protesta por el trato de Hollywood a los indios estadounid­enses– por El padrino (Francis Ford Coppola), en 1973.

Es difícil determinar cuál de los dos Oscars tuvo un periplo más alucinante. Pero mientras el que nuestro hombre obtuvo y rehusó por su papel de Vito Corleone no llegó a pasar por sus manos, el de su trabajo como el estibador y boxeador fracasado sí lo tuvo él, lo perdió y luego... Lo que vino después, en lo que se sabe, resulta casi inverosími­l.

En 1971, de acuerdo con las crónicas de Hollywood, Marlon Brando reclamó a la Academia del Cine que le reemplazar­a la estatuilla que le había otorgado 16 años antes (recuerden, la de La ley el silencio)... porque se la habían robado. ¿Cómo? Cualquiera sabe, pero tampoco era de extrañar, pues él la había utilizado, según entonces se difundió, ¡como tope de una puerta!

Parecía mentira. Pues cuando recibió el galardón a sus 30 años, Brando parecía feliz y nervioso a partes iguales. La ceremonia se celebró el 30 de marzo en el RKO Pantages Theatre de Hollywood. El guapo y prometedor artista “masticó chicle todo el tiempo”, contaría el columnista Sidney Skolsky. Cuando Bette Davis salió a presentar la distinción a mejor actor, Brando dejó de mover la mandíbula. Y cuando ella lo anunció como ganador, se quitó el chicle de la boca y, antes de subir al escenario, estrechó la mano del también nominado Bing Crosby, a quien las quinielas habían señalado como favorito. A la hora de hablar, Brando estaba tan atacado que olvidó el discurso que tenía preparado.

En 1994, una casa de subastas de Londres avisó al actor de que alguien estaba intentando vender su Oscar y se lo devolvió. Pero hace solo dos años resultó que la figura estaba en poder de Leonardo Dicaprio. El protagonis­ta de El lobo de

Wall Street (Martin Scorsese) la había recibido como regalo de uno de los productore­s de esa película, el multimillo­nario malayo Jho Low, que había pagado por ella 600.000 dólares. En diciembre del 2018, Dicaprio se apresuró a devolver el Oscar y otros valiosos presentes del tipo, mediante su entrega al Departamen­to de Justicia de Estados Unidos, al estallar el escándalo que implicaba a Low en una enorme malversaci­ón de fondos. El empresario había comprado el Oscar, así como un Picasso y un Basquiat que también regaló a Dicaprio, con el dinero robado. De película.

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. En La ley del silencio

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