La Vanguardia

Medvedev, nuevo ‘maestro’ del tenis mundial

Daniil Medvedev, con su 1,98 m, asalta la Copa de Maestros

- SERGIO HEREDIA

Hay que asumirlo. El mundo del tenis asiste al inicio de una revolución. Soplan nuevos aires en el circuito ATP, o eso se va apuntando en las últimas semanas.

A Novak Djokovic, que cerrará el curso como líder del año, le pierden la arrogancia y los malos modos. Un día organiza un torneo benéfico en los Balcanes (el Adria Tour) saltándose todos los mecanismos anti-covid y el asunto le explota en la cara: se contagia su mujer, la mayoría de rivales, las mujeres de sus rivales, los entrenador­es y él mismo. Semanas más tarde, el serbio comparece en el US Open y se ve expulsado tras propinar un pelotazo a una juez de silla.

Rafael Nadal se muestra intratable en tierra, su territorio talismán, pero presenta lagunas importante­s en las superficie­s rápidas, en particular cuando se juega bajo techo: este año tampoco ganará las Nitto ATP Finals. Nunca las ha ganado.

De Roger Federer, ni se sabe ni se sabrá, al menos en lo que queda del 2020, maltrecha como tiene una rodilla. Ya veremos cómo se maneja el año que viene.

Ante el declinar del sancta santorum, sombras hasta ahora agazapadas se abren paso. Hace ya tiempo que nos hablan de la Nextgen.

¿Ha llegado al fin su momento? Unos cuantos aspirantes se miran entre sí. Stéfanos Tsitsipás, Sasha Zverev, Andrei Rublev o Denis Shapovalov piden tanda.

Se dicen:

–Es mi momento.

Tal vez lo sea.

Aunque quienes más se lo creen son Daniil Medvedev (24) y Dominic Thiem (27): ambos porfiaban ayer en el O2 Arena de Londres, fecha y escenario del desenlace de las Nitto ATP Finals 2020.

Ambos pelearon durante tres sets, dejándose la piel, hasta que el título quedó en manos de Medvedev (4-6, 7-6 (2) y 6-4), superior a Thiem, según muchos el mejor heredero de los tres grandes (o cuanto menos, el tenista que más tiempo lleva llamando a la puerta).

Hay que justificar esta última reflexión.

Hace apenas un año y medio, en vísperas de la final de Roland Garros, un austriaco con cara de niño –a corta distancia, Thiem aparenta menos edad de la que tiene– tumbaba a Novak Djokovic en las semifinale­s del Bois de Boulogne y luego, cohibido, respondía ante los periodista­s, aquellos que le preguntába­mos cómo se veía ante el partido decisivo:

–¿Derrotar mañana a Nadal, en la final? Esto es duro: no basta con haber ganado a Djokovic...

Nadal se impondría en aquel domingo, era su 12.º título parisino.

Pero Thiem comparecer­ía entonces ante el mundo, al fin, con una magnífica carta de presentaci­ón: había sido capaz de arrebatarl­e un set a un rival siempre intocable en arcilla.

Hoy, en los tiempos de la gran pandemia, esto ya es otra cosa. Thiem no es el cuarto tenista del mundo, sino el tercero. Ya luce un título del Grand Slam, aquel que recogía en septiembre, en Flushing Meadows, el US Open de 2020.

Y ahora también andaba buscando aquello que Nadal, por citar a alguien, no ha ganado nunca: un título de las Nitto ATP Finals, el torneo de las ocho raquetas del año, torneo que ha visto a seis campeones distintos en los últimos seis años (Djokovic, Murray, Dimitrov, Zverev, Tsitsipás y, ahora, Medvedev, en este orden). Medvedev no se lo regaló. Con sus 1,98 m de estatura, el gigante ruso parece un profesor despistado o un alero yugoslavo de los años ochenta, nunca un tenista. Sin embargo, su tenis, asimétrico e imprevisib­le, como su talante, resulta eficaz sobre todo en las superficie­s rápidas.

A principios de mes, Medvedev se adjudicaba el Masters 1000 de París, bajo techo. Y en estos días en Londres, como una mantis religiosa se ha ido merendando al número 1, al número 2 y al número 3 mundiales.

Ayer, ante el tercero, Thiem, lo hizo jugando un magnífico tiebreak en el segundo set (2-7, con siete puntos consecutiv­os) para igualar el partido, forzar la tercera manga y, como había hecho en la víspera ante Nadal, seguir acelerando.

Su momento llegaría en el quinto juego, al romper el servicio de Thiem, que ya parecía desnortado: no es la primera vez que se le escapa este título (ya lo había perdido en la final del año pasado, entonces ante Tsitsipás).

Nunca le agobió la presión a Medvedev, que siguió sirviendo de forma maravillos­a para defender su rotura y mantener acogotado a Thiem, cada vez más quejicoso, definitiva­mente sin recursos: así supo que, cuando Medvedev volea, con sus brazos que se estiran, largos como remos, no hay manera de superarle.

INCONTESTA­BLE En una sola semana, Medvedev ha superado al número 1 mundial, al número 2 y al número 3

NUEVA OCASIÓN PERDIDA Thiem, que ya había perdido la final del 2019, no pudo concretar su ventaja del primer set

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ANDY RAIN / EFE Daniil Medvedev celebrando su victoria sobre Dominic Thiem, anoche en el O2 Arena de Londres

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