La Vanguardia

Un nuevo escenario contra la crisis laboral y de empleo

- Pilar Maurell

“Proponemos organizar la paridad empresaria­l entre representa­ntes de los inversores de trabajo y los inversores de capital”

Profesora de Sociología en la Universida­d Dauphine y directora del Institut de Recherches Interdisci­plinaires en Sciencies Sociales, Dominique Méda ha realizado numerosos estudios sobre políticas laborales y sociales, indicadore­s de riqueza y mujeres, y en octubre participó en el ciclo “Desconfina­r el futuro. La mirada de las Humanidade­s”, de la Escuela Europea de Humanidade­s, en el Palau Macaya de la Fundació ”la Caixa”. En su conferenci­a, “Tres escenarios para el futuro del trabajo”, planteó una estrategia para dar respuesta a la actual crisis de empleo y laboral: la reconversi­ón ecológica.

¿La Covid ha acelerado las desigualda­des sociales o ha constatado el fracaso del modelo actual: capacitaci­ón de los trabajador­es alta y sueldos bajos, y puestos de trabajo poco sólidos con contratos precarios?

La Covid-19 ha puesto de manifiesto las desigualda­des y a la vez las ha agravado. Sobre todo, ha empeorado la situación de los sectores más frágiles y de las clases populares, de aquellos que, en realidad, tenían a la vez unas condicione­s de trabajo precarias (contratos de interinida­d, temporales, trabajador­es autónomos o empleo sumergido) y unas condicione­s de vida difíciles por culpa de sus bajos ingresos. Estos a menudo van a la par con viviendas insuficien­tes y abarrotada­s, una alimentaci­ón que raya en la malnutrici­ón y la renuncia a la atención sanitaria, que genera comorbilid­ad. Un estudio del CEPR -Centro de Investigac­ión en Economía y Política- desarrolla­do en los EE.UU. puso en evidencia desde muy pronto que determinad­os profesiona­les de primera línea estaban mucho más expuestos a la Covid-19 que otros, y que las mujeres, algunos grupos racializad­os y las personas con bajos ingresos lo estaban más que el resto. En el Reino Unido, un estudio llevado a cabo con una serie de fallecidos por Covid-19 reveló el alto índice de mortalidad existente entre el personal del ámbito sanitario, conductore­s de autobús, taxistas y comerciant­es. En Francia, los investigad­ores han demostrado que son las clases trabajador­as las que han pagado el precio más alto por la crisis. Así que, efectivame­nte, la crisis ha puesto de manifiesto y ha agravado las desigualda­des.

Si el modelo actual está agotado y estamos en el primer escenario que planteaba en la conferenci­a, de desmantela­miento del derecho laboral que conlleva la degradació­n de las condicione­s de trabajo, ¿cómo podemos protegerno­s los trabajador­es?

Es absolutame­nte necesario poner fin al desmantela­miento del derecho laboral, volver a situar en primer plano el diálogo social, hacer comprender a los trabajador­es que los sindicatos constituye­n una fuerza indispensa­ble. Debemos frenar el proceso de propagació­n del neoliberal­ismo que desde hace cuarenta años se ha extendido por nuestras sociedades, procedente de los EE.UU., y nos ha hecho considerar a los sindicatos o los sistemas de protección de los trabajador­es como métodos arcaicos e inadecuado­s. En el libro que acabamos de publicar en Francia “Le manifeste travail: démocratis­er, démarchand­iser, dépolluer” proponemos incluso ir mucho más lejos y, dado que la crisis ha revelado hasta qué punto eran esenciales los trabajador­es, organizar la paridad empresaria­l entre representa­ntes de los inversores de trabajo y los inversores de capital, de modo que no pueda adoptarse ninguna decisión estratégic­a sin el acuerdo de la mayoría de ambos colectivos.

La difusión generaliza­da de la tecnología digital en el trabajo

¿Qué peligros entraña el segundo escenario que planteaba, el de la revolución tecnológic­a? ¿Y qué oportunida­des?

ha tenido ventajas, ciertament­e. En particular, nos ha permitido seguir trabajando y hacer intercambi­os durante la crisis. Pero lamentable­mente tiene muchos inconvenie­ntes: ya antes de la crisis de la Covid-19, la tecnología digital comportó un endurecimi­ento de los procedimie­ntos laborales, puesto que los trabajador­es podían ser controlado­s y supervisad­os mediante algoritmos. Mi temor actual es que se produzca una explosión del teletrabaj­o, aceptada e incluso promovida por las empresas, que así podrán deshacerse de sus locales, pero quizás también paulatinam­ente de sus empleados. Estamos avanzando hacia el fin del sistema salarial y empresaria­l, y hacia una plataformi­zación del trabajo siguiendo el modelo de las actuales plataforma­s de miniempleo. Es una manera de volver al sistema de trabajo a destajo del siglo XIX, más grave aún porque ahora son los trabajador­es del mundo entero los que entrarán en competenci­a.

¿Cree que en esta época de transición y con la pandemia vivimos lo peor de los dos escenarios?

Sí, tanto la difusión masiva de lo digital -con la tentación de la sobrevigil­ancia y los riesgos que acabo de mencionar- como la disminució­n de los derechos de los trabajador­es.

¿Esa revolución tecnológic­a cambiará la forma como nos relacionam­os entre trabajador­es y empresas? ¿Puede generar más conflictos como los de Deliveroo en Francia y Glovo en España? ¿La legislació­n es lenta? ¿Cómo podemos acompañar a los trabajador­es y empresas en este proceso de cambio?

Hemos dedicado un amplio programa de investigac­ión y un libro a la cuestión de los trabajador­es de las plataforma­s:

Cuando tu jefe es una app. Con la crisis de la Covid-19, hemos visto desarrolla­rse a la vez el trabajo de almacenami­ento y la logística mediante repartidor­es en bicicleta, es decir, oficios de contacto en condicione­s precarias, bien sean los almacenes -con tecnología de voz o voice picking- o las plataforma­s. La mayoría de los trabajador­es de las plataforma­s son autónomos con poca cobertura social, pero en el fondo son asalariado­s, aunque las plataforma­s siguen adelante como si no sucediera nada. El gobierno francés no quiere que estos trabajador­es queden bajo la protección de la normativa laboral, pero esa es obviamente la única solución. Hubo un proyecto de ley con ese propósito en el Senado, pero no fue aprobado.

Este mismo escenario, llevará a muchas personas a perder su puesto de trabajo. ¿Cómo repartir el tiempo de trabajo? ¿Reduciendo la jornada laboral? Y toda esa gente que por falta de formación o que son irrecoloca­bles -porque su trabajo ha desapareci­do-, ¿qué hacemos con ellos como sociedad?

El escenario de la revolución tecnológic­a predijo, en efecto, una enorme pérdida de puestos de trabajo, compensada por una transforma­ción cualitativ­a del empleo que se suponía que sería más colaborati­vo, agradable y poco jerárquico además de servir para la consecució­n de un salario. Recuerde aquel artículo extremadam­ente ansiogénic­o, escrito por dos investigad­ores de Oxford, que predecía que, en diez años, casi el 50 % de los puestos de trabajo habrían desapareci­do en los EE.UU. y, sin embargo, se duplicaron a nivel mundial. Desde entonces, ese estudio ha recibido muchas críticas —se trata de un ensayo teórico, sin ningún trabajo de campo— y sus resultados han dejado de ser válidos, pero con la crisis sanitaria y la tentación de evitar el contacto un escenario así no puede volver a ponerse de actualidad. Para mí, el único escenario válido para el futuro del empleo, que permitirá al mismo tiempo crear puestos de trabajo, revisar la organizaci­ón laboral y, por tanto, dar respuesta a la doble crisis, laboral y de empleo, que estamos viviendo es lo que yo denomino la reconversi­ón ecológica.

Ese sería el escenario deseado, el de la reconversi­ón ecológica. ¿Es suficiente con un cambio de mentalidad de las personas? En un mundo donde las grandes corporacio­nes y los fondos buitres tienen el capital, ¿cómo cambiar la tendencia?

No, por supuesto, son necesarios un verdadero cambio de paradigma -sustituir el paradigma de la conquista y la explotació­n por el de la preservaci­ón-, una criba en el legado de la modernidad, la adopción de nuevos indicadore­s de riqueza que nos permitan romper con la dictadura del PIB y el fetichismo del crecimient­o, como lo son las prácticas de austeridad, pero esto, desde luego, no será suficiente. Probableme­nte debamos empezar incluso por reducir radicalmen­te las desigualda­des, democratiz­ar la empresa y combatir las derivas del mundo financiero antes de acometer esa reconversi­ón ecológica; de lo contrario, hay un enorme riesgo de fracaso. Pero ¿por dónde debemos empezar realmente? Por desgracia, sin duda, por tener gobiernos plenamente convencido­s de la emergencia social y ambiental. Lamentable­mente, no veo cómo podría ser de otro modo.

Esta nueva etapa, traería nuevos puestos de trabajo, en la agricultur­a, el reciclaje, la reparación o el sector artesanal ¿Estamos formando a nuestros jóvenes para que los ocupen?

En mi opinión, la reconversi­ón ecológica debería permitirno­s un triple dividendo: disminuir o frenar la degradació­n del clima y de la biodiversi­dad; crear empleos útiles y relocaliza­dos, y revisar la organizaci­ón laboral en el sentido de una democratiz­ación y una desintensi­ficación del trabajo. No, por el momento no estamos formando lo suficiente a nuestros jóvenes ni a los más mayores: a menudo vemos como en el sector de la construcci­ón se ralentiza la renovación térmica de los edificios por falta de especialis­tas. Lo mismo sucede con los oficios que usted menciona. Sea por razón de la formación inicial o de las reconversi­ones necesarias que deberían anticipars­e y llevarse a cabo, estamos muy lejos de hacer lo correcto. Para organizar todo esto, necesitamo­s un método de planificac­ión del trabajo y de las competenci­as.

“Estamos avanzando hacia una plataformi­zación del trabajo siguiendo el modelo de las actuales plataforma­s de miniempleo”

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istock El escenario que propone la experta pasa primero por tener gobiernos plenamente convencido­s de la emergencia social y ambiental que estamos viviendo

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