Vamos a contar verdades
Este fin de semana parecía que el mundo se acababa en España cuando se leían o se escuchaban según qué clase de comentarios sobre la nueva ley educativa aprobada la pasada semana en el Congreso. Como explicamos en esta misma sección el pasado viernes, lo ideal hubiera sido que no se cambiase el marco educativo cada vez que hay una alternancia de gobierno. El consenso, esa palabra bendecida durante la transición y hoy inexplicablemente borrada del lenguaje político, es hoy más necesario que nunca en aspectos esenciales de nuestra sociedad como es el de la educación. Dicho esto, la Lomloe tiene toda la legitimidad del apoyo del Congreso, y los grupos que la rechazan tienen también todo el derecho de acudir al Tribunal Constitucional para defender sus intereses si así lo creen oportuno. Pero, mientras tanto, se ha desencadenado una campaña muy bien orquestada para dar por hecha una serie de falsas verdades, intoxicaciones y graves acusaciones que, más allá de intentar erosionar al Gobierno, lo que causa son nuevos enfrentamientos territoriales. Se han escrito cosas como que “cuando el Tribunal Constitucional tenga a bien dictar sentencia, el independentismo habrá arrasado el castellano para toda una generación”. Esto es falso. El dominio del castellano está garantizado al final de la educación obligatoria en Catalunya. Lo ha estado, lo esta y lo estará. Decir lo contrario es mentir.
Como estas hay otras inexactitudes que afectan a la persecución de la escuela concertada, de la religión o de la educación especial. Nuestra especialista en educación, Carina Farreras, ha hecho un análisis de los puntos esenciales de la ley en nuestra sección de Sociedad para hacerles entender de qué estamos hablando. Hay aspectos de la ley que se podrían hacer mejor, algunos en los que podemos discrepar, pero no se puede decir que el Gobierno quiere acabar con los centros de educación especial o que se quieren prohibir las clases de religión.
Hay una vieja canción infantil que habla de que las liebres corren por el mar y por el monte las sardinas. Pero ya va siendo hora que se deje de contar mentiras y además de forma tan intencionada.