La Vanguardia

Leo tiene nombre de tango

- Màrius Carol

No hay ni habrá nadie como él en la cancha. Ni siquiera Maradona le puede discutir su trono. No es Dios, pero después de haberlo visto es imposible ser agnóstico. Sin embargo, Leo Messi, que nos ha hecho amar el fútbol sobre todas las cosas, vive en un estado de melancolía que anuncia el adiós con el corazón, la añoranza de un tiempo pasado que fue mejor, la frustració­n por no poder resolver él solo ahora lo que antes el resto no conseguía. Otrora, en los momentos de desconcier­to siempre estaba el rosarino para volver a afinar el equipo. Hemos sido tan dependient­es de Messi que, cuando aún no se ha ido, sentimos la orfandad de no tenerlo. Todo tiene su fin, que es algo que todos sabemos, pero pocos aceptamos. Las montañas de recuerdos que nos dejará no cabrán en nuestra memoria. En ninguna memoria. Goles imposibles, regates inexplicab­les y pases asombrosos nos han reconcilia­do con un deporte al que llaman rey a pesar de sus valores republican­os. Messi se resiste a salir de la historia, porque él ha escrito

Como escribió Sabato, el tango sintetiza la nostalgia, la frustració­n y el descontent­o

sus mejores páginas y segurament­e todavía le queda talento para redactar el epílogo.

Por eso fue un error de Bartomeu no dejarle marchar por una interpreta­ción del contrato. Sin él, el Barça hubiera empezado antes la transición y Messi se habría evitado reconocers­e en la decadencia de un equipo incapaz de rememorar su historia más reciente. Messi tiene los días contados en el club, entre otras razones porque la entidad no puede seguir pagándole lo que le paga. No solo por el fair play financiero que le exige la UEFA, sino porque la Covid ha dañado seriamente las finanzas del FC Barcelona, que necesita recortar gasto, ajustar el presupuest­o y empaparse de realismo. O se irá en enero o lo hará en junio. No hay parné, que diría un tanguista, y él quiere la chancha y los veinte, como pregonan en su tierra.

Entristece ver el deambular melancólic­o de Messi por el césped, aunque otro argentino ilustre como Ernesto Sabato, buen conocedor del alma del país y de sus gentes, escribió que el tango sintetiza la nostalgia, la frustració­n, la dramaticid­ad, el descontent­o y el rencor. En este sentido, Leo tiene nombre de tango, aunque nadie le haya dedicado ninguno, como sí consiguió Samitier con Carlos Gardel, si bien podría valer la letra, cambiando el nombre del protagonis­ta: “¡Leo / capitán del Barcelona / con tu juego que emociona / nos has hecho estremecer”.

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