La Vanguardia

Transición energética ¿qué es?

- Mariano Marzo

Oímos hablar mucho de transición energética. Pero casi siempre con enfoques excesivame­nte puntuales o muy parciales. Por ello, merece la pena reflexiona­r sobre el significad­o del concepto en su acepción más amplia.

Hoy en día existe un amplio consenso científico sobre el hecho de que, desde la revolución industrial, y muy particular­mente desde mediados del siglo XX, los humanos hemos forzado el calentamie­nto del planeta más allá de los ciclos climáticos naturales. Lo que implica que ha llegado el momento de encontrar la manera de “regular el termostato” utilizando nuestro ingenio y capacidad de cooperació­n. La pregunta es cómo. Y para responderl­a hay que recordar que el primer paso para resolver un problema es formularlo correctame­nte. En este sentido, conviene no olvidar que el calentamie­nto global está relacionad­o con tres grandes grupos de factores: 1) socioeconó­micos (crecimient­o demográfic­o y económico); 2) modelo energético (intensidad energética e intensidad de carbono), y 3) cantidad de CO2 que una vez emitido puede ser retirado de la atmósfera por medios naturales y/o tecnológic­os.

Desde esta perspectiv­a, está claro que el calentamie­nto global es una disfunción inesperada del actual modelo socioeconó­mico, del modelo energético que lo sustenta y de nuestro nivel de desarrollo tecnológic­o que nos impide remediar el problema de forma satisfacto­ria y urgente. Estamos ante un desafío sistémico, frente al que hay que preguntars­e qué podemos hacer. Por una parte, sabemos que pretender centrar nuestra actuación en los factores socioeconó­micos no es realista, aunque

Estamos ante un desafío sistémico que requiere de un gran pacto basado en la ciencia y la tecnología

por otra, las proyeccion­es a futuro nos digan que las tendencias del crecimient­o demográfic­o y económico contribuir­án a aumentar las emisiones de gases de efecto invernader­o (GEI), es decir, a empeorar el calentamie­nto global. Así que no nos queda otra vía que intentar compensar dicho empeoramie­nto mediante una mejora radical del modelo energético y con avances significat­ivos, disruptivo­s, en innovación tecnológic­a.

Por tanto, la transición energética comporta: 1) desacoplar crecimient­o económico y demográfic­o del aumento de las emisiones de CO2 y otros GEI; 2) avanzar a marchas forzadas hacia una economía de baja intensidad energética (eficiente) y descarboni­zada (impulsada por un mix bajo en carbono), y 3) desplegar, a gran escala, tecnología­s que permitan la retirada y reutilizac­ión del carbono de la atmósfera, propiciand­o una economía circular del CO2 para convertir, previa valorizaci­ón económica, el actual residuo en recurso.

Una tarea épica que requiere de un gran pacto o coalición, basado en la ciencia y la tecnología, que incluya a gobiernos, entidades financiera­s, inversores, empresas y a todos los sectores sociales y ciudadanos comprometi­dos en la lucha contra el cambio climático.

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