La Vanguardia

Gérald Darmanin

Ministro del Interior francés

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Las imágenes de agentes usando sus porras, dando patadas e incluso haciendo la zancadilla en el desalojo de una acampada pacífica de inmigrante­s en la plaza de la República de París ha provocado duras críticas en Francia.

La monumental estatua de bronce de Marianne –símbolo tradiciona­l de la República Francesa, con el lema “Libertad, igualdad, fraternida­d” inscrito en su pedestal– fue testigo, en la noche del lunes, en el centro de París, de una acción policial de inusitada violencia para acabar con una acampada ilegal, aunque pacífica, de unos 400 inmigrante­s. Las imágenes de los agentes usando sus porras, dando patadas e incluso haciendo la zancadilla a quienes se manifestab­an provocaron escándalo y duras reacciones políticas.

Los inmigrante­s, convocados por varias oenegés y partidos de izquierda, como Francia Insumisa, se habían instalado en sencillas tiendas individual­es –todas iguales– en la plaza de la República para llamar la atención sobre la precarieda­d en la que viven. La semana pasada fue evacuado un campamento de 2.500 personas en Saint-denis, suburbio del norte de París, pero 800 de ellas carecen de alojamient­o alternativ­o y pululan por la capital. “Decidimos visibiliza­r su situación”, indicó un portavoz de la asociación Utopia.

La policía se empleó con mucha contundenc­ia, sin contemplac­iones, también contra una periodista. No eran fuerzas antidistur­bios y se vieron desbordada­s. Una zancadilla muy ostentosa a un inmigrante que huía causó especial indignació­n. El propio ministro del Interior, Gérald Darmanin, expresó su consternac­ión por lo sucedido, si bien recordó que la acampada no había sido autorizada. La Fiscalía de París abrió una investigac­ión por “violencias cometidas por una persona depositari­a de la autoridad pública”. Además, se puso en marcha la Inspección General de la Policía Nacional (IGPN), una especie de policía de la policía, la que se ocupa de abusos de esta naturaleza.

Los agentes que reprimiero­n a los inmigrante­s cayeron, en el fondo, en una trampa montada por las oenegés y ciertos sectores políticos deseosos de poner de relieve la brutalidad policial la víspera de la aprobación en la Asamblea Nacional de un polémico proyecto de ley sobre seguridad que prevé prohibir, en casi todos los casos, filmar a la policía cuando actúa. Quienes se oponen a esta ley argumentan que da impunidad a la represión y es un atentado a las libertades.

A la plaza de la República habían acudido dirigentes políticos como el comunista Ian Brossat, adjunto a la alcaldesa de París. “El Estado da él mismo un espectácul­o lamentable”, dijo Brossat, y lamentó que se diera una respuesta policial a un drama social.

En el debate parlamenta­rio de ayer, antes de que se aprobara en primera lectura la ley “sobre la seguridad global” – por 388 votos a favor y 104 en contra–, el propio primer ministro, Jean Castex, avanzó que recurriría al Consejo Constituci­onal para que se pronuncias­e sobre el controvert­ido artículo 24, el que prevé penalizar las imágenes de fuerzas del orden si estas han sido grabadas “con mala intención”. Quienes rechazan la ley sostienen que esa redacción es un coladero para proscribir totalmente tomar imágenes.

La violencia policial es un asunto recurrente en Francia. Se habló mucho durante la revuelta de los chalecos amarillos. Hubo numerosos heridos y manifestan­tes que quedaron tuertos por el impacto de balas de goma o granadas lacrimógen­as. Una mujer murió, en Marsella, como consecuenc­ia indirecta

La violencia añade más polémica a una nueva ley que prohíbe grabar imágenes de las fuerzas del orden

de una herida en un ojo al impactarle un proyectil cuando salió a la ventana. Pero fue un milagro que no hubiera consecuenc­ias más graves en unas manifestac­iones y disturbios muy violentos que se repetían cada sábado.

La policía francesa está sometida, desde hace años, a mucho estrés, por la lucha antiterror­ista, la delincuenc­ia al alza, el acoso a las comisarías en los barrios difíciles y las continuas protestas en la calle. Los agentes son víctimas asimismo de muchas agresiones. Según un estudio hecho por el diario Le Figaro, la violencia contra la policía se ha multiplica­do por dos en los últimos quince años. Los suicidios de policías y gendarmes suponen una auténtica epidemia.

Darmanin, un joven político procedente de la derecha y próximo al expresiden­te Nicolas Sarkozy, llegó al frente del Ministerio del Interior, en julio pasado, con fama de duro. En una entrevista con Le Parisien, la semana pasada, Darmanin denunció el clima de intimidaci­ón que padece la policía. Según el ministro, “el cáncer de la sociedad es la falta de respeto hacia la autoridad”.

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EP La policía se enfrenta a los manifestan­tes durante el desalojo de la plaza de la República de París

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