Los terroristas y la ruleta
Dos testigos sitúan a los autores del 17-A en un casino días antes de los atentados
Un grupo de siete jóvenes acuden entre julio y agosto del 2017 a un casino en un zona turística de Salou (Tarragona). Parece que van a pasarlo bien, aunque pronto hay indicios de que no son gente tranquila sino más bien unos broncas. Uno de ellos intenta colarse, pero le pillan. Es menor de edad y no puede entrar. Sus fotografías aparecerían días después en todas las televisiones y medios de comunicación del mundo, muertos, abatidos por los Mossos d’esquadra tras sendos ataques en la Rambla de Barcelona y Cambrils. Eran los terroristas que habían sembrado el pánico en Catalunya el 17 de agosto de aquel año.
Casino Las Vegas de Salou. Allí es donde acudieron tres o cuatro veces antes de los atentados. Su mayor diversión era jugar a la ruleta. Así lo explicaron ayer dos trabajadores del establecimiento, que acudieron a la Audiencia Nacional para declarar en calidad de testigos en el juicio en el que se sientan en el banquillo de los acusados dos presuntos miembros de la célula liderada por el imán de Ripoll Abdelbaki es Satty que no participaron en los atentados y un presunto colaborador.
En la célula había dos menores de edad Houssaine Abouyaaqoub y Omar Hichami, ambos abatidos en Cambrils. Ellos no pudieron pasar el rato con la ruleta. Pero sus amigos sí. El hermano de uno de ellos, Younes Abouyaaqoub, fue quien conducía la furgoneta que atravesó el paseo barcelonés arrollando a decenas de personas. El hermano de Omar, Mohamed Hichami, murió con él conduciendo un coche marca Audi a toda velocidad por el paseo marítimo de Cambrils. En total, acabaron con la vida de 16 personas. Su plan en ese momento era arrollar a un dispositivo de Mossos. Después, provistos de cuchillos, atacar al máximo número posible de personas bajo el grito de “Alahu akbar” (Dios es el más grande).
A finales de julio y principios de agosto ya tenían preparados gran cantidad de explosivos y se habían hecho con cuchillos de distintos tamaños y con otras armas como hachas. El plan estaba previsto, atentar contra monumentos de Catalunya. Mientras el ideólogo fijaba objetivo y fecha, ellos pasaban el tiempo. Sin embargo, sus planes saltaron por los aires cuando los explosivos que guardaban estallaron por un error en su manipulación el 16 de agosto del 2017, acabando con la vida del imán. Fue entonces cuando decidieron improvisar, y perpetraron los atropellos de la Rambla y Cambrils. Según diversas declaraciones de agentes que vivieron los hechos, querían sembrar el pánico. Por eso, se colocaron cinturones con explosivos simulados. Se habían quedado sin el material para cometer un atentado, pero sabían qué tenían que hacer para atemorizar a la población.
“Tenían una actitud chulesca”, recordó ayer una de las trabajadoras del casino, quien tuvo un problema con varios de ellos, y su compañero, que hacía labores de seguridad, tuvo que mediar y echarles del local para que no volvieran. No fue una bronca al uso. Uno de ellos escondía un cuchillo en la espalda. El trabajador del casino lo vio, le redujo y se lo quitó. “Aquí no, amigo, aquí no”, le respondió desafiante el terrorista. “No sabía entonces a qué se refería”, recordó el empleado ayer en su declaración. Fueron expulsados bajo la advertencia de que no volvieran. Días después, sus fotografías estaban por todas partes.
Una empleada del local donde se vio a los yihadistas días antes sostiene que tenían una actitud “chulesca”