La Vanguardia

La mala educación con toga

- Norbert Bilbeny

El juicio estaba señalado para las nueve. Los convocados acudieron puntuales, pero la juez apareció con más de dos horas de retraso. Saludó a la sala –nadie le respondió con un irónico “buenas tardes”–, pero no se disculpó. Tiempo atrás otro juez llegó también tarde; se le vio entrar en el juzgado con bolsas de la compra. Tampoco se disculpó. Algunos altos funcionari­os, la nobleza de ropa, se creen indemnes. Como no pocos catedrátic­os. Conocí a uno que dar clase creía que le “rebajaba”.

Los tics autoritari­os y la arrogancia persisten en una minoría de funcionari­os de carrera. Por fortuna no es habitual en jueces y magistrado­s. Pero saberse poseedor de su plaza o simplement­e entrar en la sala de vistas les cambia a algunos la personalid­ad. Se vuelven maleducado­s y tratan mal tanto al procesado y testigos como a los letrados y procurador­es, tan operadores necesarios de la justicia como el propio juez. Se aduce que el “ácido cínico” se da a veces entre los profesiona­les de más edad, pero da una imagen negativa de la justicia y crea imitadores.

A pesar de la parquedad de medios y emolumento­s, los jueces desarrolla­n su tarea con rigor, dedicación y cada vez más próxima al sentir ciudadano. El reciente caso del juez Guevara, tratando con acritud a los presentes en la Audiencia Nacional por el 17-A, no nos hace pasar por alto su profesiona­lidad. Pero la toga no excusa la educación. Es un dicho común, desde el juez Oliver Holmes, que los juzgadores no “imparten justicia”, sino que “aplican el derecho”. En parte es así, porque la justicia es una idea abstracta que cada uno entiende a su modo; pero en parte no tiene razón, porque la justicia es algo vital que se pide y es, como sabe todo jurista, un valor supremo del ordenamien­to jurídico.

Jueces y magistrado­s deben mostrar que se creen y defienden la justicia que administra­n, lo que empieza por la corrección formal en la sala de vistas. El propio Consejo General del Poder Judicial tiene una comisión destinada a impedir las malas prácticas valiéndose de un Código Ético para la Carrera Judicial que fue aprobado en el 2016, incluyéndo­se el capítulo “Cortesía, diligencia y transparen­cia” de la judicatura. El juez o el magistrado es un servidor público. Trate bien, pues, a la sociedad que le ha confiado el cargo, que le paga y le respeta.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain