Miedo a pasar consulta
En torno a la participación ciudadana se ha construido en los últimos años un ídolo con pies de barro, una imagen hueca, con más cartón que piedra, que sus propios adoradores corren a ocultar en un desván cuando intuyen que los designios de esa participación podrían ser contrarios a sus intereses. En Barcelona pasó en el anterior mandato, cuando el gobierno de los comunes, portaestandarte de esa democracia participativa, hacía oídos sordos o se sentaba a escuchar la lluvia caer cada vez que alguien planteaba la posibilidad someter la conexión de los tranvías por la Diagonal a consulta ciudadana. Y ha vuelto a suceder. Aunque escuchemos discursos conciliadores y de consenso soluble, adaptados a las circunstancias del momento y al interlocutor que hay delante, desengañémonos: no hay intención real de revisar la mayoría de las medidas de urbanismo táctico aplicadas durante esta pandemia y mucho menos de someter a consulta esas medidas y las que vendrán. Participación, una palabra que siempre luce bien, pero selectiva y sin dar la mínima opción a la sorpresa o al giro de guion.
La plataforma decidim. barcelona mantiene activos en la actualidad media docena de procesos participativos, entre los que cabe destacar el de un Programa de Actuación Municipal que, si llega a aprobarse, no estará listo hasta como mínimo la mitad del mandato, y el destino de 75 millones de euros del presupuesto municipal para el 2021.
La participación ciudadana que invoca el Ayuntamiento es solo aquella que busca un resultado ya predeterminado
En ambos casos la pandemia ha obligado a modificar en varias ocasiones un calendario que a día de hoy sigue marcado con un enorme interrogante. Nada más se supo de esa semana de multiconsultas ciudadanas que los recursos judiciales presentados por diversos afectados frustró durante el anterior mandato y que, entre otras cosas, dejó pendiente de rebautizo la plaza Antonio López después de que el gobierno de la ciudad se apresurara a retirar del pedestal la figura del marqués de Comillas en otro curioso ejemplo de cómo interpretar con gran despliegue pirotécnico la voluntad popular.
Mientras esas formas de participación hechas a la medida del gobierno parecen haber entrado en crisis, se abren paso otras experiencias que ojalá tengan recorrido. Ayer, nuestra compañera Silvia Angulo se hacía eco en estas páginas de una interesante iniciativa puesta en marcha en el Bon Pastor, uno de los pocos reductos industriales de Barcelona. Un grupo de mujeres del barrio, mediante marchas exploratorias con representantes de empresas y técnicos municipales, están ayudando a rediseñar el urbanismo de este polígono desde una perspectiva de género, paso previo a la adopción de medidas que han de contribuir a mejorar la seguridad y, en consecuencia, la calidad de vida de las personas. Ese debería ser el camino a emprender por la participación ciudadana, un camino despejado, sin apriorismos, sin esa inclinación perversa a atribuir toda la representación vecinal a las entidades y grupos de interés que comulgan con quienes mandan y que asumen el papel de fuerza de choque del gobierno.