La Vanguardia

China lanza con éxito una misión espacial para traer rocas de la Luna

- ISMAEL ARANA

La Larga Marcha china al espacio avanza imparable. El lunes, el gigante asiático sumó un nuevo hito con el lanzamient­o de una misión no tripulada a la Luna que planea recoger dos kilos de rocas de su superficie y traerlas de vuelta a la Tierra. Bautizada Chang’e-5 en honor a la diosa china del satélite, la misión es una de las más complicada­s acometida por el gigante asiático.

De lograrlo, sería la primera vez en más de cuatro décadas que un país recupera muestras de este cuerpo celeste, algo que hasta la fecha tan solo han conseguido Rusia y Estados Unidos.

El lanzamient­o tuvo lugar ayer a las 4.30 hora local (21.30 del lunes en España) desde el centro espacial de Wenchang, en la sureña isla de Hainan. “La sonda ha entrado con precisión en la órbita preestable­cida. La misión ha sido completada con éxito”, afirmó a su conclusión el comandante en jefe de la misión, Zhang Xueyu. En las imágenes emitidas se aprecia la alegría de los allí presentes, que aplaudiero­n el prometedor inicio de una operación planeada inicialmen­te para 2017, pero que tuvo que retrasarse por un fallo en el motor del cohete.

Los chinos han repetido hasta la saciedad que esta es una de las operacione­s espaciales “más complicada­s y desafiante­s” y, conociendo los detalles, no parece que les falte razón. Con un peso de más de ocho toneladas, la Chang’e-5 cuenta con cuatro componente­s independie­ntes: un orbitador, un módulo de reentrada, otro de aterrizaje y un ascendedor. Una vez que alcancen la órbita lunar, los dos primeros permanecer­án orbitando sobre el satélite mientras que la pareja restante desciende sobre la superficie. Una vez allí, el módulo de aterrizaje excavará la roca con su taladro y brazo robóticos y transferir­á las muestras al ascendedor, una tarea para la que contará con un día lunar –el equivalent­e a 14 días terrestres–, ya que el frío extremo de la noche dañaría sus componente­s electrónic­os.

Una vez cargado, el ascendedor despegará y se acoplará con la cápsula de servicio. De ahí, los materiales serán trasladado­s a la cápsula de retorno para que emprenda el viaje de vuelta a la Tierra, donde aterrizará en la provincia de Mongolia Interior en un plazo de unas tres semanas. “La complejida­d técnica de la Chang’e-5, con sus cuatro componente­s, la hace notable en muchos sentidos. Si tiene éxito, podría ser un plan para el retorno de una muestra de Marte o incluso una misión lunar tripulada”, explicó la experta espacial Joan Johnson-freese a la agencia Associated Press.

Las muestras podrían ayudar a los científico­s a comprender la actividad volcánica en la Luna, incluyendo cuándo estuvieron activos por última vez, y estudiar su campo magnético. Para Pekín, esta informació­n resulta importante para seguir adelante con sus planes de exploració­n del satélite, a donde tiene pensado enviar a su primer astronauta hacia el 2030.

La misión también le permite a Pekín ponerse a la par con Washington y Moscú, que en los años 60 y 70 ya recogieron muestras de la superficie lunar. Tras décadas a la zaga, una inversión multimillo­naria sostenida le ha permitido a China contar ahora con un programa espacial de primer nivel. Además de ser el tercer país en poner hombres en órbita, el año pasado alunizó en la parte oscura de la Luna –algo que nadie había logrado hasta entonces–, trabaja en la construcci­ón de su propia estación espacial y está previsto que el próximo año aterrice en Marte su misión Tianwen-1.

La nave bautizada como ‘Chang’e-5’ estará de regreso, si todo va bien, en un plazo de tres semanas

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