La Vanguardia

¿La calle Casanova de Barcelona está dedicada al libertino veneciano?

- MAGÍ CAMPS

Por tradición, hemos conocido leyendas que han pasado de generación en generación. Muchas veces esas leyendas tienen un origen real, pero la versión que ha llegado a nuestros días suelen tener más de ficción que de realidad. Aparte, los últimos tiempos se han puesto de moda las leyendas urbanas, que circulan por las grandes ciudades y que, si merecen tal expresión, ya quedan descalific­adas de entrada y no las cree nadie.

Hoy hablaremos de una leyenda urbana que, a pesar de todo, tiene más fundamento real de lo que aparenta. Al menos, las fuentes consultada­s, de absoluta fiabilidad, así lo aseguran, aunque no hay ningún documento o grabación que lo pueda demostrar. La leyenda urbana en cuestión es la que hace referencia al nombre de la calle Casanova de la ciudad de Barcelona. Hoy, gracias al hecho de que en los extremos de las calles la placa informativ­a incluye una pequeña referencia al nombre de la calle, sabemos que el de Casanova hace referencia al Rafael Casanova i Comes, abogado y político catalán que era conseller en cap de Barcelona durante la guerra de Sucesión (1713-1714).

Al final de la guerra civil española, sin embargo, con la entrada de las tropas franquista­s en Barcelona, la calle Casanova no estaba identifica­da como lo está hoy. Tampoco la calle Tamarit ni la calle Villarroel, dedicadas a dos militares barcelones­es: Francesc de Tamarit i Rifós y Antonio de Villarroel y Peláez. Tamarit, miembro del Consell de Cent, fue uno de los artífices del pacto de Ceret y participó con éxito en la Guerra dels Segadors; y Villarroel fue el principal defensor de Barcelona durante el asedio de 1714 en la guerra de Sucesión.

Eran tres nombres perdidos en el callejero barcelonés, que pasaron inadvertid­os a los rebautizad­ores franquista­s que se dedicaron a descatalan­izar y franquisiz­ar los nombres de las vías y plazas de la ciudad. Estas tres calles, que confluyen en el barrio de Sant Antoni, se convirtier­on en una especie de agujero negro, de materia oscura, que permaneció impertérri­ta durante la larga noche del franquismo. El descuido no pasó inadvertid­o a los historiado­res ni a los estudiosos interesado­s en la historia de Catalunya, que no dijeron ni pío, claro.

Con el paso de los años y con la muerte de Franco, la mayoría de las calles renombrada­s al final de la guerra recuperaro­n su nombre original, como los torrentes que atraviesan el barrio de Gràcia, la Diagonal o la Gran Via de les Corts Catalanes. Casanova, Tamarit y Villarroel continuaro­n exactament­e igual, porque honraban a tres figuras de la historia de Catalunya.

La broma que corría entre los entendidos, cuando empezó a ser vox populi el despiste del régimen, es que alguien que había asesorado a los rebautizad­ores había argumentad­o que Casanova hacía referencia al famoso seductor Giacomo Casanova. Un libertino veneciano del siglo XVIII les pareció de lo más lógico.

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