La Vanguardia

Mireia Ridaura

- Sergio Heredia

Ayer, en la portería de casa, me crucé con Mireia Ridaura. Es mi vecina. Tiene una escuela de danza que lleva su nombre. Le pregunté:

–¿Ya has reabierto la escuela? Abrió los ojos, sonrió bajo su mascarilla y me contestó:

–Solo al 30% del aforo, pero ¡sí! Me alegré por ella.

Porque qué desastre, su drama ha sido el de miles: su escuela llevaba ocho meses cerrada, desde marzo, la fecha del gran confinamie­nto.

¿Y qué ha hecho en este tiempo? Mireia Ridaura ha hecho como los restaurant­es y los bares, que se han centrado en la comida a domicilio. O como los hoteles, que promociona­ban el coworking. Ha buscado oportunida­des en medio del desastre.

(...)

Ambos vivimos en una comunidad con jardín. Aquí hay mayores y jóvenes y también críos unidos por un trauma. Desde la terraza, durante el confinamie­nto, todos contempláb­amos el jardín, entonces vacío, mientras nos preguntába­mos: –¿Cuándo nos dejarán volver? Mireia Ridaura también contemplab­a el jardín. ¿Qué iba a hacer, si no, con la escuela cerrada a cal y canto? ¡Le sobraba el tiempo!

De tanto mirar hacia abajo, hacia el jardín, halló la oportunida­d. En cuanto nos abrieron una ventanita –ocurrió en el verano–, Mireia Ridaura organizó colonias para los críos, y también sesiones de baile para los vecinos y las vecinas (en realidad, para las vecinas). Y de esta, todos salimos ganando. Decenas de críos reforzaron sus amistades en el vecindario, amistades que quedarán para siempre, pues no hay nada como un amigo en el piso de arriba, o en el de abajo.

En cuanto nos abrieron una ventanita, mi vecina organizó colonias para críos y sesiones de baile para madres

Decenas de mujeres, al bailar, están desarrolla­ndo sus capacidade­s coordinati­vas y aeróbicas:

–Esta es mi hora de cardio semanal –decía una de ellas ayer mismo: los martes, a última hora de la tarde, se sigue bailando en la pista de fútbol sala.

Y Mireia Ridaura –magnífica madre de magníficos hijos, Lucas y Santi, emprendedo­res como ella– se ha mantenido en activo, en forma, en vez de encerrarse en el confinamie­nto, lamentándo­se de sus miserias, algo que no sirve de mucho, más bien de nada.

–Por cierto, dile a tu mujer que la esperamos hoy en la pista de baile –me decía ayer, al despedirse.

Tan pronto como entré en casa, le recordé el compromiso a Silvia: –Hoy bailáis con Mireia...

Me miró con cara de póquer, como diciendo:

–¿Qué te crees, que me he olvidado? Lástima de pandemia, Mireia. Te daría un buen abrazo en la portería: has logrado que tu entorno sea un lugar mejor para todos, y no todos podrán decir lo mismo.

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