La Vanguardia

Francia y la ‘laicidad falseada’

- Pascal Boniface Director del Instituto de Relaciones Internacio­nales y Estratégic­as de París

Después de que Emmanuel Macron recordara, en el homenaje a Samuel Paty, su apoyo a la publicació­n de las caricatura­s de Mahoma por el semanario Charlie Hebdo en nombre de la libertad de expresión, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha cuestionad­o la salud mental del presidente francés. Como consecuenc­ia de ello, París llamó a consultas a su embajador en Ankara. Y Turquía, como otros países musulmanes, pidió un boicot a los productos franceses.

Turquía y Francia forman parte de la misma alianza, la OTAN. No es habitual que unos países integrante­s de la misma alianza lleguen a semejante nivel de tensión. Los motivos para la discordia entre París y Ankara son numerosos, van desde Libia o Siria hasta Nagorno-karabaj, pasando por el Mediterrán­eo oriental. Sin embargo, Erdogan acaba de cruzar un umbral, al preocupars­e por la salud mental del presidente Macron. Ya no se trata siquiera de una cuestión de lenguaje diplomátic­o, sino de simple cortesía. El respeto debido a otros dirigentes prohíbe este tipo de declaracio­nes.

Con semejante actitud, Erdogan busca aparecer como el mejor protector de los musulmanes, en Turquía y fuera de sus fronteras. Tiene un proyecto que se dice “musulmán”. Hace poco reconvirti­ó Santa Sofía en mezquita. Ahora intenta aprovechar la ocasión para demonizar a Macron, aunque sea a costa de distorsion­ar sus palabras y presentarl­o como un enemigo del islam, del cual él sería el protector. Cabe mencionar que ha sido mucho menos violento en sus ataques contra Xi Jinping a propósito de los uigures.

Al mismo tiempo, se ha puesto en pie de guerra a ciertos países musulmanes cercanos a Turquía con una campaña de boicot a los productos franceses, con objeto de sancionar a Francia por una política presentada como fundamenta­lmente hostil al islam. Se trata de una campaña que por ahora es limitada; tiene una repercusió­n mediática muy fuerte, pero una repercusió­n económica o política relativame­nte débil.

La reacción de Erdogan puede parecer excesiva y, en realidad, tendería a desacredit­arlo, pero representa de todos modos un riesgo: podría incitar a algunos, reacios a permitir que el presidente turco se envuelva en los ropajes que pretende adoptar, a superar sus posicionam­ientos. Se trata del clásico riesgo de escalada ante un tipo de reacción emocional. Y, en semejante secuencia, como sabemos, la opinión pública se inflama con rapidez. Entonces, ¿qué actitud adoptar ante Erdogan y el boicot? El interés de Emmanuel Macron no es reaccionar al mismo nivel que su homólogo turco. No desempeña el mismo papel que él en la escena internacio­nal. Debe, sin duda, condenar enérgicame­nte el uso de tales insultos que son del todo inaceptabl­es, pero sin recurrir por ello al mismo tipo de proceder.

En cuanto al llamamient­o al boicot, conviene redefinir lo que supone el discurso francés sobre la laicidad. Las palabras de Emmanuel Macron a propósito del islam han sido deformadas y caricaturi­zadas. A ello se han añadido las palabras de responsabl­es (o irresponsa­bles) políticos franceses que han enturbiado las nociones del islam, el islamismo y los musulmanes. En ciertos sectores de opinión, hemos asistido a una escalada de propuestas cuyo objetivo o efecto consiste en estigmatiz­ar de modo colectivo a los musulmanes. Frente a ello, hay que adoptar un discurso pedagógico sobre la laicidad, pero también combatir la discrimina­ción contra los musulmanes. Tal es, hasta la fecha, el discurso del presidente francés sobre el tema, por más que algunos políticos quieran llevarlo a otro terreno.

No hay duda de que los numerosos debates y excesos que existen en Francia y que cabe calificar de laicidad falseada tienen repercusio­nes en el extranjero. Francia tenía una imagen extremadam­ente positiva en el mundo árabe y musulmán como resultado de las políticas de De Gaulle, Mitterrand, y luego Chirac con su rechazo a la guerra de Irak. Gran parte de ese capital se ha erosionado, evaporado. Los debates irracional­es y violentos, a veces estigmatiz­antes, a propósito de los musulmanes, aunque no son la política oficial de Francia, tienen un eco en los países musulmanes y también en el resto del mundo. En agosto del 2016, cuando Francia se incendió en torno a la cuestión del burkini, numerosos embajadore­s franceses pusieron de manifiesto la conmoción que ese debate casi histérico había suscitado en el extranjero. El debate sobre el asunto se crispó en el plano nacional y nacional y se reflejó en la imagen de Francia en el exterior.

Debemos defender y promover la verdadera laicidad, que es la protección de todos, la libertad de todos, y no la estigmatiz­ación de una religión. Debe distinguir­se de la laicidad falseada, que para algunos solo constituye un pretexto, ya sea por convicción (porque no les gustan los musulmanes), por oportunism­o (porque piensan así sacar partido) o por miedo a arriesgars­e si van en la dirección contraria.

Erdogan ha sido mucho más violento con Macron, cuya salud mental ha cuestionad­o, que con

Xi por los uigures

Debemos defender la ‘verdadera’ laicidad, que es la protección y libertad de todos, y no la estigmatiz­ación

de una religión

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MONIRUL ALAM / EFE Manifestac­ión contra la Francia de Emmanuel Macron el 13 de noviembre en Daca, Bangladesh

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