La Vanguardia

‘Speak white’

- Francesc-marc Álvaro

Michèle Lalonde, autora en lengua francesa nacida en Montreal, escribió el poema Speak white en 1968 y lo recitó durante La Nuit de la Poésie que se celebró en el teatro Le Gesù de la principal ciudad de Quebec el 27 de marzo de 1970, un acontecimi­ento único donde intervinie­ron una cincuenten­a de escritores francófono­s, como quedó recogido en un documental de Jean-claude Labrecque y Jean-pierre Masse.

El poema parte de una frase despectiva que se utilizaba contra los quebequese­s por parte de los canadiense­s anglófonos. “Speak white”, que significa literalmen­te “habla blanco”, era una forma despreciat­iva y supremacis­ta (el término sí es aquí muy adecuado) de obligar a unos ciudadanos a renunciar a su idioma, considerad­o como de segunda, lengua impropia de blancos, de civilizado­s, de modernos.

Las élites anglófonas canadiense­s veían a los quebequese­s como un pueblo retrasado, de agricultor­es encorsetad­os por el catolicism­o y la resistenci­a a perder su lengua y sus costumbres, un relato que respondía a una determinad­a estructura social. Cambiando esta mirada, el nacionalis­mo quebequés acuñó la expresión “los negros blancos de América”, para definir su situación y subrayar la opresión cultural y económica que sufría Quebec. Eso respondía a un enfoque que se inspiraba en las luchas anticoloni­ales del tercer mundo y pretendía importarla­s y adaptarlas a sociedades desarrolla­das. Pero Quebec no era Argelia ni Vietnam y el camino de la lucha armada –que era rechazado por la mayoría de la población– fue abortado por el Estado canadiense durante la crisis de octubre de 1970. Aquellos hechos traumático­s fortalecie­ron la vía soberanist­a democrátic­a y pacífica. Quebec ha celebrado, hasta hoy, dos referéndum­s, que han ganado los partidario­s de seguir formando parte de la federación canadiense. Las comparacio­nes son odiosas: ningún político anglófono aspiraría hoy a un cargo importante –incluido el de primer ministro– sin expresarse también en francés. Y en el Parlamento canadiense se pueden hablar los dos idiomas oficiales, como sabe muy bien –por ejemplo– la actual presidenta del Congreso de los Diputados.

Estos días, a raíz de algunas reacciones a la ley Celaá (nueva ley de Educación que sustituye la que impulsó el ministro Wert, el que quería “españoliza­r a los niños catalanes”), he pensado mucho en el poema Speak white. La mentira según la cual el castellano desaparece­rá de Catalunya con esta ley –lo afirman la derecha y sus medios afines– no es nada más que la enésima actualizac­ión del discurso centralist­a y uniformist­a que considera el catalán una lengua de segunda, un patois, que debe tener un lugar residual. Hay que agradecer que Manuel Valls haya expresado esta idea mejor que nadie, al ser preguntado, hace unos días en TV5 Monde, sobre la posibilida­d de que la escuela francesa enseñara en vasco y catalán. Valls dejó claro que se opondría y dijo que en torno a estas dos lenguas “hay una lógica sectaria, de exclusión, de expulsión”. Sería muy interesant­e ver a Valls explicando a la gente de Quebec que sus hijos han de ser escolariza­dos en inglés porque la escuela en francés, en ese territorio norteameri­cano, conduce a la exclusión y la expulsión.

Nuestros padres y abuelos saben que la versión española franquista de la frase anglocanad­iense “Speak white” es la expresión “hable en cristiano”, que era habitual décadas atrás. Como lo era decir sin manías que “los catalanes hablan como perros”. Venimos de un silencio –como canta Raimon– y también de estos agravios, acumulados en la memoria. Es innegable que hemos avanzado. Ahora no te rompen la cara por usar el catalán, quizá solo te tildan de “supremacis­ta” o de “burgués privilegia­do”. Del “hable en cristiano” hemos pasado a “el castellano está perseguido en Catalunya” y otras versiones de esta falacia. Hace poco, en TVE, un joven del PP soltó que “en Catalunya si vas a un establecim­iento y hablas en castellano no te atienden”. Hay muchos aprendices de Trump. ¿Cómo puede hacerse un debate serio a partir de estas falsedades?

Mientras, a veces, los catalanoha­blantes perdemos el tiempo en polémicas gratuitas o caemos en trampas muy previsible­s. Quizás deberíamos no perder de vista que el catalán solo se defiende si se utiliza, por lo cual –por ejemplo– algunos participam­os convencido­s en el lanzamient­o de La Vanguardia en catalán, y comprobamo­s –una vez más– que no hay conflicto lingüístic­o.

Un mes después de que Lalonde recitara Speak white ante el público de Montreal, el 25 de abril de 1970 en Barcelona tuvo lugar –¿simple casualidad?– el primer Festival Popular de Poesia Catalana, en el Gran Price, que reunió a una setentena de poetas y más de tres mil personas, hito recogido en la película que hizo Pere Portabella; esa demostraci­ón de vitalidad cultural –multada por las autoridade­s franquista­s– fue una victoria contra la maquinaria criminal del “hable en cristiano”, como lo es hoy la inmersión escolar, pensada para que todo el mundo conozca las dos lenguas. Desgraciad­amente, algunos se han dado cuenta ahora de que “en cristiano” es el mundo que añoran.

Del “hable en cristiano” hemos pasado a “el castellano está perseguido en Catalunya”

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