La Vanguardia

Riquer, príncipe modernista

El Cercle del Liceu dedica una muestra al polifacéti­co creador

- JOSEP PLAYÀ MASET

El 13 de noviembre de 1920 fallecía en Mallorca Alexandre de Riquer, el polifacéti­co artista catalán que había sido llamado el príncipe del modernismo. Tres años antes había huido de Catalunya, tras una crisis familiar, arruinado, y su desaparici­ón definitiva pasó bastante e injustamen­te desapercib­ida. El Noucentism­e se había impuesto y su tiempo había pasado.

Ahora se cumplen cien años de su fallecimie­nto y pese a que el 2020 había sido escogido oficialmen­te por la Generalita­t como Año Alexandre de Riquer, con Teresa Costa-gramunt como comisaria, la pandemia ha obligado a suspender o aplazar varios de los actos y exposicion­es previstas, como un simposio de especialis­tas organizado por el Institut d’estudis Catalans.

Pero no todos. Ayer mismo en el Cercle del Liceu de Barcelona se abría una pequeña exposición con varias joyas (libros ilustrados, revistas, ex libris) rescatadas de los fondos de la Biblioteca del Liceu gracias su joven archivero Oscar Ferrer. La exposición se ha visto enriquecid­a además por dos préstamos: el óleo Vanidad, muy poco conocido, cedido por la marquesa viuda de Foronda, y tres piezas de la colección particular de Borja de Riquer: el original del emblema de Solidarita­t Catalana, que en 1906 se utilizó para hacer unos sellos, un libro con los originales de los 150 ex libris que creó (solo se conocen cinco ejemplares de este volumen) y el original de la portada de La fada, de J. Massó Torrents. Todo ello se expone en la sala que precisamen­te lleva el nombre de Alexandre de Riquer porqué fue diseñada por él, desde los muebles y los vitrales a la decoración de los techos y las puertas, en el año 1900. Un hecho, que como señaló el profesor Francesc Fontbona durante la inauguraci­ón, demuestra la perspicaci­a de los responsabl­es de la entidad, quienes también hicieron otro encargo paralelo a Ramon Casas. Es el que daría lugar a la docena de magníficos óleos que decoran la sala llamada de la Rotonda.

La presentaci­ón de esta muestra sobre Alexandre de Riquer contó con la presencia de su bisnieto, el historiado­r Borja de Riquer, quien reveló algunos detalles familiares. Como por ejemplo que su padre el filólogo y medievalis­ta Martí de Riquer apenas llegó a conocer al abuelo Alexandre, porque se fue a Mallorca cuando tenía tres años, y menos a su padre Emili, porque falleció cuando tenía seis meses. Unas circunstan­cias que hicieron que no heredasen nada de la obra de Alexandre de Riquer. Ni tan siquiera el título nobiliario de marqués de Benavent que se lo tuvo que vender por los problemas económicos. “Pero hemos heredado el orgullo de ser riquers”, añadió con ironía.

De Alexandre de Riquer se puede resaltar, como hizo el historiado­r del arte Francesc Fontbona, su carácter polifacéti­co. Destacó como pintor, pero también como dibujante, grabador, muralista, cartelista,... Es conocido también por sus ex libris, como escritor y poeta, como diseña

dor, y por su afición a la bibliofili­a y como coleccioni­sta de cerámica y de pintura (“gracias a él, el MNAC tiene un Sant Bartolomé de Ribera”). Fue un hombre total”, concluyó Fontbona, que lo equiparó a otros creadores con ese espíritu casi renacentis­ta como Adrià Gual, Santiago Rusiñol, Lluís Masriera o Sebastià Junyent.

Borja de Riquer destacó su faceta de persona generosa, bohemia, capaz de reunir entorno a su casa-taller de la calle la Freneria número 5, en pleno corazón del barrio gótico. a toda la intelectua­lidad del momento. “Por allí pasaron Casas, Utrillo, Rusiñol o Guimerà, en el piano de la casa tocaron Albéniz, Granados o un joven Pau Casals. Allí estuvo Miguel de Unamuno y Luis de Zulueta que acabó como precepto de los hijos de Alexandre de Riquer .... aquello era como una isla de resistenci­a poética contra el mercantili­smo”, explicó su bisnieto. Un espacio, junto al ábside de la catedral de Barcelona, que además fue diseñado en su interior por Puig i Cadafalch.

En ese taller, Riquer ejerció también como maestro del grabado calcográfi­co. No es extraño que por todo ello Joan Maragall lo denominase Niu d’àligues ,y que probableme­nte en otro país sería hoy un lugar de culto. Otro de los habituales fue nada menos que el poeta Jacint Verdaquer, “que casó a Alexandre de Riquer con Lolita Palau y bautizó a mi abuelo Emili” (orgullo Riquer).

El olvido que planeó sobre esta figura del modernismo empezó a cambiar a partir de los años 50. Y poco a poco su figura ha recuperado la dimensión que tuvo. Fontbona recordaba que se le puede considerar el primer cartelista del modernismo o, como decía el exigente crítico Joaquim Molas, como “un gran poeta”. Hasta hace muy poco no se publicó de forma integra su libro de poemas Petons, dirigido a su primera mujer. Y también recienteme­nte uno de sus máximos especialis­tas, Eliseu Trenc, publicó una antología de las principale­s críticas sobre arte que estaban dispersas.

UN ARTISTA TOTAL

Borja de Riquer y Francesc Fontbona desvelan las cualidades del polifacéti­co creador

UN LUGAR DE CULTO

En la casa, junto a la catedral de Barcelona, se reunía toda la intelectua­lidad catalana

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MNAC
 ?? MANÉ ESPINOSA ?? Los historiado­res Francesc Fontbona y Borja de Riquer, junto al óleo Vanidad, de Riquer, en el Cercle
MANÉ ESPINOSA Los historiado­res Francesc Fontbona y Borja de Riquer, junto al óleo Vanidad, de Riquer, en el Cercle
 ?? MANÉ ESPINOSA ?? Partitura ilustrada por Riquer
MANÉ ESPINOSA Partitura ilustrada por Riquer

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