La Vanguardia

Nápoles despide entre lágrimas a la estrella que les llevó a la gloria

- ANNA BUJ Roma Correspons­al

Un día de luto en Nápoles y, con toda seguridad, el estadio San Paolo llevará su nombre. Son los primeros homenajes que recibirá Diego Armando Maradona en Nápoles, su segunda casa, y una ciudad donde recibe todavía hoy un culto solo comparable al de su San Gennaro.

“Mal, muy mal”, dice Gennaro Montuori Palummella. Tiene la voz quebrada y al final de la llamada rompe a llorar. Para el jefe de los ultras del Nápoles en los años ochenta la muerte de Maradona no es la muerte de un futbolista. “Se ha muerto parte de mi familia”, lograba pronunciar al otro lado del teléfono. Después de Argentina, el lugar del mundo donde más van a llorar la muerte de Maradona es Nápoles, donde vivió entre 1984 y 1991. Fueron los mejores tiempos del club de fútbol azzurro, cuando ganó sus dos primeros –y únicos– scudetti, una Copa de la UEFA, una Supercopa y una Copa de Italia.

“Cerrado por luto”, esgrimía un cartel en un bar. Ya han colocado obituarios por la ciudad. Desde que se conoció su muerte centenares de napolitano­s desafiaron las restriccio­nes sanitarias en una ciudad teóricamen­te confinada y se aglomeraro­n para rendir homenaje, en silencio, a su mayor mito. Encendiero­n velas ante los murales dedicados por sus seguidores en los Quartieri Spagnoli, uno de los barrios más deprimidos de la ciudad, y que Maradona solía visitar de noche. Pedían que el “protector del pueblo” tuviese el nombre del estadio y hasta que todos los equipos de fútbol italianos retirasen el 10 de su equipación, como ha hecho el Nápoles, porque “no habrá otro 10 como él”. También ardió con bengalas la periferia de San Giovanni a Teduccio, donde el artista Jorit Agoch pintó un entero edificio con su rostro.

“Es una noticia muy triste para un año muy triste”, decía en la RAI el expresiden­te del Nápoles Corrado Ferlaino, quien le trajo al club. ¿Un último mensaje? “Que le quiero mucho, que Nápoles le quiere mucho”. Delante del estadio apareciero­n flores y velas en su honor.

“Para siempre. Adiós Diego”, tuiteó el club de fútbol. Más tarde, ha publicado un segundo mensaje. “Todo el mundo espera nuestras palabras. ¿Pero qué palabras podemos utilizar para expresar un dolor como el que viviendo? Por el momento, es el tiempo de las lágrimas, después vendrá el de las palabras”.

“Estamos en duelo”, dijo el portavoz del Nápoles, Nicola Lombardo. “Estamos en shock”. “No es verdad”, escribía en el Corriere della Sera Maurizio de Giovanni. “Aceptar esta noticia significar­ía creer que el gran rebelde, el hombre que supo inventar un juego que se creía completo, el vencedor en la tierra donde nunca se había ganado pueda caer, sea mortal, tenga un cuerpo torturado por una vida tan intensa”.

El delirio por Maradona en Nápoles va mucho más allá del fútbol. Treinta años después de su partida todavía le recuerdan como un jugador de orígenes humildes en la periferia de Buenos Aires que eligió una de las ciudades más pobres del sur de Italia y les llevó a la gloria venciendo a los poderosos equipos del norte del país, que durante años habían ridiculiza­do a los napolitano­s. Las celebracio­nes cuando le ficharon fueron históricas. Las del primer scudetto paralizaro­n a la ciudad durante días.

“No puedo hablar. Es un día muy duro en este 2020 terrible”, afirma Montuori al teléfono. “Diego era nuestra ciudad, nuestra historia. Encendió Nápoles con el scudetto y ahora Nápoles se ha apagado”.

UNA CIUDAD EN DUELO

El alcalde decreta un día de luto y propone que el estadio San Paolo se llame Diego Armando Maradona

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