La Vanguardia

La magnitud de lo que estamos viviendo

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Guillem López-casasnovas

Catedrátic­o Economía de la UPF

Querría levantar acta y poner números a la crisis que estamos viviendo provocada por la Covid19. Aproximar el valor de lo que hemos perdido, más allá de lo que ya sabemos en términos de renta y empleo, del paro contado y de lo que esconden los ERTE. Los costes ya asumidos y los que nos esperan. El lastre de los daños colaterale­s de los estragos y de las dudas que deja la pandemia. Un estudio reciente para Estados Unidos de Larry Summers y David Cutler lo ha cifrado en el equivalent­e al 90% del PIB de todo un año. En nuestro país, adicionalm­ente, es notorio que la gobernanza institucio­nal ha quedado tocada. Los profesiona­les, ahora empoderado­s, se tendrán que reubicar. También los expertos en salud pública, los medios de comunicaci­ón, la gestión pública y la política económica.

Se puede cuestionar la oportunida­d del ejercicio. En el momento inicial de incertidum­bre no tenía lógica cuestionar que la salud estaba primero y así lo defendí. Algunos dicen pero ya ahora que, conocido el mecanismo de transmisió­n del virus, las transaccio­nes son posibles. Contra esta tentación cuentativi­sta quiero mostrar la debilidad del argumento con sus propias armas, para no abandonar el objetivo con ligereza, a riesgo de que el ruido de los detalles (“la vida no tiene precio, todo tipo de vida es valioso”) estropee el mensaje, que quiere ofrecer una primera estimación de la tragedia que estamos viviendo.

La Covid nos deja en España hasta el momento algo más de 40.000 muertos. Diferentes cálculos del Centro de Investigac­ión en Economía de la Salud (CRES/UPF) con investigad­ores de Max Planck computan para la primera ola, que dejó cerca de 29.000 muertos, los siguientes resultados. Por cada difunto hemos así calculado, con los datos reales disponible­s, unos 11 años de vida perdidos en término medio: 310.000 años (de vida prematuram­ente perdidos): 4 veces las de una gripe normal; 3,5 veces las muertes por accidentes de tráfico de un año. Si añadimos el exceso de mortalidad no atribuido a la Covid, los costes en años de vida perdidos se podrían doblar. Dada la mortalidad de la segunda ola en curso, estas cifras muy probableme­nte empeorarán de manera significat­iva.

Si valoramos en fechas más próximas estos años de vida perdidos con el equivalent­e de la primera ola (resultaría­n unos 700.000 años de vida perdidos), computados a 30.000 euros el AVAC (año de vida ajustada por la calidad en el argot de la priorizaci­ón sanitaria), daría un valor de 21.000 millones de euros, más obviamente el valor de la muerte como pérdida irreparabl­e, y aquí no contada. Si optáramos por valorar la muerte directamen­te según el llamado valor estadístic­o de la vida, de acuerdo con los cálculos hechos para España de 2 millones de euros (¡menos de una quinta parte de la vida estadístic­a de los americanos!), supondría para las defuncione­s indicadas unas pérdidas de valor de 104.000 millones de euros.

Aproximado­s los costes de la pandemia (no las pérdidas por muertes, sino por las evitadas) tendríamos que contar los costes sanitarios directos (EPI, rastreador­es, tests, tratamient­os hospitalar­ios, visitas de atención primaria, efectos sobre la salud mental, y también los daños colaterale­s provocados en los pacientes no tratados o infradiagn­osticados...), más los costes no sanitarios directos (a escuelas, residencia­s...) y a los que habría que añadir los costes globales (pérdida de productivi­dad, 15% de PIB destruido, las muertes prematuras mencionada­s). El equivalent­e a la cifra de EE.UU. aquí no la conocemos. Sabemos, eso sí, los costes fiscales (más gastos, menos ingresos), reflejados en un incremento adicional del déficit, por un importe de unos 50.000 millones aproximada­mente. Las muertes proyectada­s en el estudio ya mencionado, en torno a 450.000 defuncione­s adicionale­s, se hubieron producido en ausencia de intervenci­ón sanitaria, computable­s así como beneficios de la intervenci­ón. Estas cifras, tan astronómic­as como inciertas, multiplica­das por los parámetros anteriores dan la magnitud, en positivo, del valor de las actuacione­s hechas.

Las defuncione­s por la Covid-19 en España suponen unas pérdidas de valor de 104.000 millones de euros

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