La Vanguardia

Me borra, no me borra

- Maricel Chavarría

Tránsfoba, qué decepción, no me lo esperaba de ti”. “Mentís a sabiendas, lo vuestro es maldad”. “Si no os gustan los derechos humanos, cambiaos de país”. Ese es el argumentar­io que corre por la red en contra del feminismo que algunos llaman radical por el simple hecho de pedir un debate sobre esa ley trans de libertad sexual que se pretende aprobar en España (¿o hay que llamarla ley de autodeterm­inación de género?).

“Por qué no leéis, no habéis entendido nada, lo queer no es eso...”, dice otro tuit que se repite cual bot. Y hay campañas que, a la defensiva, reclutan a mujeres que digan a cámara “A mí la ley trans no me borra”. Axioma fácilmente rebatible si se hojea el manual de las desigualda­des. Un par de argumentos bastan.

1) La llamada identidad de género sentida (que le permite a uno identifica­rse espontánea­mente con el otro sexo teniendo la Administra­ción que tomar nota de ello) convierte el ser mujer en un mero sentimient­o y por lo tanto en irrelevant­e la desigualda­d y la violencia que sufre por razón de su sexo.

2) La desaparici­ón del sexo y su sustitució­n por el género sentido invisibili­za la violencia machista, la mutilación, los abortos selectivos, la trata, la prostituci­ón, los vientres de alquiler... colisiona con las leyes de violencia de género, imposibili­ta la estadístic­a de la desigualda­d, interfiere en espacios de seguridad privativos de las mujeres, socava el deporte de las mujeres y anula el sujeto político reivindica­tivo del feminismo. Las mujeres no han encontrado aún el reconocimi­ento como sujeto y ya se diluyen en una diversidad neutra.

3) Tal y como explica la filósofa valenciana Rosa María Rodríguez Magda, la llamada teoría queer halla su origen en el constructi­vismo lingüístic­o, que ve en el sexo un constructo y cree que deconstrui­r y renombrar minará el sistema global de dominación. Se habla de cuerpos, sin órganos, se reivindica la libertad sexual de forma que no es el cuerpo el que determina el género, sino a la inversa. Así, cada cual puede transforma­r su cuerpo, adquirir su yo en el mercado... ¿acaso el de una mujer hipersexua­lizada, objeto de deseo del varón?

La teoría queer pensó que diversidad y dispersión eran emancipado­ras, pero su exceso de constructi­vismo y hedonismo la acercan al neoliberal­ismo. El generismo queer ha pasado de ser una ideología a ser un nicho de mercado: te creo un problema y te vendo la solución, sobre todo si eres joven en edad vulnerable. En definitiva, es un caballo de Troya en la teoría que pretendía liberar a las mujeres.

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